Algo fundamental para desarrollar ciencia y tecnología es la periódica discusión de resultados y proposiciones en espacios de análisis. Este es el caso de las reuniones científicas internacionales. Organizar estos actos no ocurre por algún tipo de acción espontánea mágica. Se requiere planeamiento temático, logístico y la búsqueda de plata para enfrentar costos.
La factibilidad financiera de los congresos radica en la sana recaudación de sumas que cubran los costos incurridos y, ¿por qué no?, que dejen un modesto superávit para la organización de las actividades siguientes. Montos equivalentes al orden de $100 – 200 de los Estados Unidos (USD) era lo acostumbrado. El apoyo del sector privado es también fundamental, a través de aporte monetario a cambio de puestos de exhibición de productos y servicios técnicos.
Explosión de las sumas de inscripción. Parece que desde hace algún tiempo, muchas corporaciones científicas han dejado la organización financiera de los congresos en manos de empresas que venden ese servicio, a cambio de una ganancia significativa. Al fin y al cabo, negocio es negocio. Otro asunto interesante, que no requiere de la malicia indígena de Parmenio para ser notado, es la coincidencia de fechas con la temporada alta de turismo.
Ejemplos de estos costos se extienden ahora en el ámbito que va desde unos cuantos cientos de USD hasta muchos euros. Unos pocos ejemplos son suficientes.
Dentro de algunos meses se llevará a cabo en una ciudad centroamericana un congreso científico de ámbito latinoamericano. La cuota de inscripción para participantes del sector académico es de un poco menos de $400 USD. ¿Caro? No realmente, pues la cuota de inscripción incluye la participación en todas las actividades científicas del congreso, los resúmenes de los trabajos presentados, alguna parafernalia, refrigerios y almuerzos, transporte diario desde el hotel hasta el sitio del congreso y dos actividades sociales de bienvenida y clausura. La inclusión de alimentación parcial y transporte local, disminuye el costo de los viáticos requeridos.
Como ejemplo extremo se tiene el caso de una convocatoria a la que no pude asistir el año pasado pues la cuota de inscripción era de 495 libras esterlinas. No pude tampoco presentar un trabajo en otro congreso en 2009, porque no había hospedaje disponible a 50 km a la redonda del sitio de reunión. Si un químico orgánico quisiera participar en un prestigioso congreso mundial de su especialidad en junio de este año, tendrá que pagar una cuota de inscripción de 624 euros, que incluye el derecho de acceso a las presentaciones y exhibiciones comerciales, los resúmenes, refrigerios y almuerzos, además de una actividad social de bienvenida.
Debe notarse que el costo total de participación en congresos en el exterior incluye también el transporte internacional, el alojamiento y la alimentación.
Ticos ¿limpios o llorones? No, más bien en peligro de exclusión. Nuestra realidad económica no puede resistir estos nuevos costos. El Micit tuvo que tomar la difícil decisión de eliminar este año las ayudas para participación en congresos, para así proteger a los becarios que están en el exterior. Una cantidad exigida por ley para Feria Científica y otra para desarrollo de proyectos completan los tres renglones que conforman el presupuesto su Fondo de Incentivos.
Propuesta de mitigación. El Micit y el Ministerio de Relaciones Exteriores podrían solicitar a organizaciones científicas que se exima del pago de cuotas de inscripción a científicos y tecnólogos que trabajan en organizaciones costarricenses.
El argumento no sería la tradicional autodesignación de chiquiticos y pobreciticos, sino el mérito de un país que, con su limitada riqueza, apoya la ciencia y la tecnología, en contraposición a las estúpidas compras de armamento militar.