En las últimas semanas han aparecido varias publicaciones que a primera vista podría creerse que no tienen relación entre sí; sin embargo, es todo lo contrario. Un artículo del historiador Iván Molina comentaba el debate entre Luis Alberto Monge y Oscar Arias que recientemente han publicado sendos artículos en este diario. Unido a ello, se publicó un campo pagado en el que nos recordaban la obra y pensamiento de Daniel Oduber Quirós. Estas publicaciones parecen evidenciar una especie de balance tácito, el cual ha sido solicitado en dos artículos denominados: “Un balance discreto” y “El legado de una generación de políticos”.
Los expresidentes Monge y Arias pertenecen a generaciones distintas. Lejos de asistir a un debate únicamente en relación con la política exterior de la década de los ochenta, estamos presenciando un choque de dos generaciones de políticos. Por un lado, don Luis Alberto representa a la generación del cuarenta, la que fundó lo que él ha denominado el PLN histórico; y, por otra parte, Óscar Arias, que pertenece a la generación posterior, la cual ha asumido el protagonismo de lo que él llama un PLN moderno y acorde a los tiempos.
A Monge y a los amigos de Oduber, habría que agregar otros nombres de ilustres costarricenses que ya deberían haber salido a defender su legado. Se extraña la pluma de aquellos que, por ejemplo, ayudaron a desarrollar la seguridad social y el ICE. Su indiferencia puede generar que otros terminen reescribiendo la historia que ellos mismos forjaron.
En la acera del frente se pregona la modernidad y el ajustarse a los retos del siglo XXI. Según esta forma de pensar, atrás queda lo viejo, lo que no sirve. Tal vez por eso, la generación posterior a la de Óscar Arias, la que se decía de izquierda en los años setenta, se ha plegado a esa forma de pensar. Se trata de una mancuerna intergeneracional que pretende decirnos que el Estado del bienestar que disfrutó Costa Rica hasta mediados de la década de los ochenta, quedó obsoleto y desfasado en el tiempo.
La dialéctica es uno de los métodos para intentar acercarse a la verdad. No por casualidad es el método que se usa en los procesos judiciales. Sin embargo, para que funcione debe haber partes dispuestas a debatir. Las nuevas generaciones tienen derecho a conocer si la versión de los contemporáneos a Monge es la correcta, o si por el contrario, es Arias y los que ahora lo secundan, los que tienen la razón.
Punto de quiebre. Hay muchas cosas que deben debatirse. Llama la atención como con Monge y Arias se opera una especie de punto de inflexión en el modelo del Estado costarricense. El primero parece marcar el fin de una época y de una forma de entender la política; con el segundo, al parecer, inicia otra etapa en la que se reniega de lo conseguido por la generación anterior.
Un interesante punto de discusión podría ser la obra pública. Las obras construidas por la generación de Monge cumplieron su cometido en cuanto a calidad y vida útil, por lo menos mientras tuvieron el debido mantenimiento; en contraste, las obras de la generación de Arias se han caracterizado por ser efímeras y de mala calidad. Es curioso que la ruta 32 y la ruta 27 presenten problemas de derrumbes cada vez que llueve, pero más singular es que ambas se hayan hecho en el Gobierno de la misma persona.
Este y otros temas deberían ser debatidos para que las nuevas generaciones tengan la oportunidad de comparar y sacar sus propias conclusiones.
Esperemos que la falta de discusión no genere en los jóvenes la idea errónea, tergiversada, de que las páginas más gloriosas de Costa Rica se comenzaron a escribir a partir de mayo de 1986. ¡Solo eso nos faltaba!