La Caja del mañana

Sigo convencido de que los problemas de la Caja tienen solución

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Escribo estas líneas cuando apunto cada vez más de cerca a mis 70 años, en medio de una Costa Rica que ya no conozco aunque la he vivido y recorrido la mayor parte de ese tiempo. No conocí la patria colonial ni la republicana joven, que ayudaron a configurar desde mis más lejanos antepasados hasta mis abuelos, pero sí he tratado de conocer a aquella junto a la cual crecí, después de la Segunda Guerra Mundial y de nuestra Guerra Civil de 1948. Con ese conocimiento vivencial, por años pensé que la actual era la misma que había conocido; pero me equivoqué porque, a partir de la década de 1970, todo cambió: las noticias, documentos y vivencias nos muestran a una Costa Rica que, desde tan lejos como sus límites marítimos hasta tan cerca como su vida diaria, ha ido borrando su propia identidad, como si poco a poco hubiese ido perdiendo su alma. Y conste que estoy seguro de que el alma costarricense sigue presente, pero los cambios de los tiempos la ocultan tras un velo de multitudes, prisa, superficialidad, ambición, deseo de vida fácil, desorden, enojo, descortesía, polarización social y violencia, cuyas consecuencias, en lo privado como en lo público, nos deja ver la prensa nacional día con día.








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