Respecto al artículo de la periodista Yanancy Noguera “¿El CNP? Sí, existe” (La Nación, 22/5/13,Buenos Días), en la que se pregunta si esta institución todavía permanece viva, le respondo que, de acuerdo con la misión efectiva que tenía antes de 1986, año de inicio de la separación definitiva del Estado del fomento a la producción granelera, aquella ya no “existe”.
En efecto, en virtud de los convenios de ajuste estructural, de estabilización económica y de recuperación económica, que empezaron a aplicarse a partir de ese año, con el “acompañamiento” de los ministerios de Agricultura, Economía y de Hacienda, y del Banco Central, el BNCR y el propio CNP (Consejo Nacional de Producción), se le dio el tiro de gracia que devino en la muerte lenta de esta gran institución, que cumplió un papel esencial en la estabilización de los precios de esos alimentos y en el estímulo a la producción, en especial la de los pequeños y medianos agricultores, desde que fue creada.
Sin duda, los designios de esos acuerdos para golpear la producción, debilitar al CNP hasta dejarlo exánime y liberalizar el comercio de granos (para dar paso, sospechosamente, a la obligada compra creciente de granos excedentarios de una parte de las cosechas estadounidenses, en particular a través del PL-480), y el cumplimiento de las metas macroeconómicas con los ejecutantes nacionales de esos convenios a que fue comprometido el CNP, se materializaron y transformaron a la emblemática institución, en poco menos que una caricatura de lo que fue, precisamente la acertada descripción que hace la periodista en su artículo.
Es evidente que algunos economistas aperturistas y fieles creyentes en la teoría de las ventajas comparativas (en resumen: si un bien producido en el país es ineficiente por sus mayores costos se debe adquirir en otro país que los oferte baratos), pero ciegos en cuanto a “no ver” que lo que mueve el mundo de los negocios es el poder político y económico y no la racionalidad del mercado, y empresarios criollos dedicados a la importación de granos, cuyas ganancias crecieron exorbitantemente gracias a que no trasladaron, contrario a lo que pregonaba la teoría dicha, los coyunturales precios bajos externos a los consumidores, no terminan de “rasgarse las vestiduras” por lo logrado...
Lástima que piensen así, porque –y de esto ha sido testigo la historia para el caso de otros países– cuando haya seria escasez de frijoles, maíz, trigo, soya y arroz en el mercado internacional en virtud de cambios climáticos y del costo de oportunidad por el traslado a otros productos más rentables (v. g. biocombustibles), que presionan el precio de esos granos a niveles escandalosos, y cuyas transacciones son onerosas a los países que cayeron en la trampa del mercado al incurrir en mayores pagos al exterior para comprar sus alimentos, tal vez digan que lo mejor habría sido no desestimular la producción local ni apartar del camino al CNP.
Ya en el 2008, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, en el contexto de la crisis de los precios altos de los granos que hubo en el mundo, admitieron el mea culpa por haber exigido a naciones productoras de granos, en donde se ejecutaron los programas de ajuste estructural en la agricultura, el desmantelamiento de la infraestructura productiva.
Craso error porque, por ejemplo, de acuerdo con la FAO, los precios de los granos básicos estaban en el 2011 40% arriba de los que había en el 2010, y que las cotizaciones seguirían muy altas y volátiles (La Nación, 15/6/11 , Economía). La suerte del CNP fue negociada en 1986. Pronto el espacio que ocupan sus instalaciones serán vendidas al BCR, y trabajadores/as de la talla de un Juan Manuel Cordero, Heriberto Loría, José Rodolfo Castillo, Álvaro Ureña, Antonieta Benambourg,... se irán en busca de otra institución que los/as acoja, o a sus casas en calidad de jubilados/as en donde gran parte de su tiempo lo pasarán recordando los grandiosos tiempos del CNP. Sí, tiene razón Yanancy Noguera: el CNP existe... pero en “cascarón”.