Las elecciones primarias en Estados Unidos se han visto avivadas en estos días por los triunfos puntuales de un populista, archiconservador, puritano y "nacionalista". Pat Buchanan, que además es un buen comunicador y posee un discurso fácil y florido para el ciudadano común. El candidato tipo Buchanan se repite en otros países, con sus correspondientes especificidades. ¿Será Costa Rica una excepción a este fenómeno?
El mayor peligro de los "candidatos a lo Buchanan" es que carecen de la capacidad para comprender que sus respuestas o soluciones parciales a problemas específicos son integralmente contradictorios entre sí. De esta manera, por ejemplo; Buchanan ignora que construir una muralla (literalmente) para evitar la inmigración latina por la frontera sur de EE.UU., entrar en guerra comercial con Japón y reducir el NAFTA con Canadá, menguará el crecimiento económico a largo plazo de su país, creará más inestabilidad política en sus fronteras y aumentará las tensiones sociales internas. Se supone que él busca lo contrario.
Por supuesto los problemas a partir de los cuales Buchanan hace sus planteamientos son reales para algún sector de la sociedad estadounidense. Y es también cierto que la evocación de una "arcadia" en la que esos problemas no existen, entusiasman a un grupo importante de ciudadanos. Si a esto le agregamos la lucha contra el "establishment" o sector dominante (del partido, del gobierno, de "la política"), el cóctel permite construir un discurso muy atractivo para "las masas".
La fresa en el pirucho de este cóctel es el componente moralista, la apropiación retórica de la honradez, la habilidad para hacer aparecer a los otros como corruptos, sin siquiera tener la franqueza y la honestidad para mirarse en el espejo para percatarse de los propios pecados: por ejemplo, haber sido partícipe del mismo juego, hasta que las circunstancias indicaran que ahora deviene necesario o conveniente denunciarlo.
La sociedad que nace a partir de la revolución electrónica y de la información, de la caída del comunismo y de la conciencia planetaria de nuestra existencia como pasajeros de una nave espacial cuyos recursos destruimos permanentemente, no puede admitir líderes políticos y gobernantes estrechamente limitados por una cultura aldeana y una perspectiva dogmática de los problemas y los fenómenos sociales.
Es cierto que las personas de carne y hueso, las mayorías pasivas, están hartas de falsas promesas y poco esperan de las oportunidades "universales". Es cierto que las comunicaciones han desmitificado la política y la gente exige para sí una mayor parte en la utopía prometida. Es cierto que todo esto fertiliza la tierra para un discurso en que se le promete a Pedro Pérez ser el protagonista de la historia y no el monigote de los que hoy detentan el poder. Pero también es cierto que basta con analizar la incoherencia de ese discurso y ver a quienes rodean al exponente principal para darse cuenta de que el engaño y la mentira, la hipocresía política, son aun mayores. En política es aún más cierto que en la vida privada aquello de que "dime con quién andas y te diré quién eres"
Muchos ciudadanos, algunos periodistas en función de tales o en sus opiniones como redactores, desafían a los políticos a ofrecer solución a todos los problemas de las personas como tales y de la sociedad en su conjunto. Los inducen a caer en la demagogia. Por otra parte, critican todas las fallas y yerros, aun los que no son tales; atribuyen a los hombres públicos todos los males sociales. El resultado: la deslegitimación del quehacer político y no solo de los políticos corruptos o ineptos.
Lo anterior ofrece terreno fértil para los mensajeros de lo simple y del "no compromiso", dejando en desventaja al dirigente analítico y responsable que comprende y expresa la complejidad de los problemas y sus soluciones, arriesgando perder comunicación con las multitudes. Quienes comprenden este riesgo tienen la obligación de apoyarlo.
Los problemas de la sociedad que nace aparejan el surgimiento de complejos dilemas que requieren reflexión y participación de muchas mentes y voluntades y no tan solo de un discurso que evoque la responsabilidad de los otros y las voces del ayer.
¿Lo entenderán los estadounidenses? ¿Lo comprenderemos los ticos? Los mexicanos y los peruanos en su momento no lo entendieron a tiempo y más temprano que tarde han tenido que pagar el precio de su error.