“Aquí y ahora, aislado del mundanal ruido, pero, sobre todo, de la hipocresía consustancial a esta calamitosa sociedad capitalista en la que vivo, me dispongo a hacer una breve reflexión, cargada de profunda verdad, sobre lo ocurrido recientemente con un compañero de viaje, idealista y defensor de las grandes causas. Se trata de algo de muy poca monta, baladí, sin importancia alguna, pero que la prensa de la clase dominante, siempre sesgada contra quienes amamos y defendemos la justicia social, ha agrandado y elevado a límites insospechados e insultantes.
”¡Pobre de él!... ¡Pobres de nosotros!... ¡Cuán difícil es convencer a los desalmados defensores del capitalismo salvaje sobre la superioridad moral del socialismo! La verdad: más que difícil, imposible. Y es que, en la lógica de esta gente, solo priman el lucro desmedido y el interés particular. A los demás, que les parta un rayo. Eso del desprendimiento y el bien común no está en su diccionario, les importa un cacahuete, un bledo.
Caraduras. ”Caraduras de tomo y lomo, algunos periodistas, al servicio del gran capital, montaron todo un escándalo porque este buen compañero pagó, pero no pagó, según el malintencionado ataque de la burguesía, los impuestos sobre unos terrenos suyos, cuya extensión es de unos 126.000 metros cuadrados. ¡Ah!, y una gran canallada: muchos se han rasgado las vestiduras porque el pobre es propietario de apenas algo más de 12 hectáreas. ¡Como si él fuera un terrateniente, como si él fuera un gamonal! Da rabia y da risa el cinismo de estos mezquinos y descerebrados capitalistas.
”¡Qué quieren! ¡Maldita sea! ¿Que lo poco que tiene se lo regale a quienes no tienen tierra, o a quienes se las pasan canutas para sobrevivir día a día? No, señor. Para eso están los empresarios y los ricachones, que vergüenza les debería dar haber llegado hasta donde están.
”Que no pagó los impuestos… Claro que los pagó. ¡Por Dios!... ¡Por quien sea!..., que la religión es el opio del pueblo…, claro que los pagó. Y fue tan correcto, tan apegado a las leyes y normas, precisamente las típicas del neoliberalismo que lastima a esta sociedad, montadas siempre sobre el canibalismo de la propiedad privada, tan impoluto, que pagó la suma exacta consignada en la respectiva municipalidad.
Derecha recalcitrante. ”Ahora, convertida en un Torquemada, en una trasnochada Santa Inquisición, la derecha recalcitrante de este país tiene la desfachatez de decir que el egregio camarada no pagó los impuestos reales de sus fincas, pues estaban ridículamente subvaluadas. ¡Mentira! Él, motu proprio, trató de que la municipalidad valorara correctamente sus propiedades, pero esta no pudo por dificultades internas, y lo hizo no antes del período de ley para la consecuente actualización del precio. ¿Qué más se le puede pedir a un escrupuloso cumplidor de las leyes? Nada. Absolutamente nada. ¿Qué más quieren de un ciudadano ejemplar?
”Pero, claro, en su desesperado afán de desacreditar a la izquierda, a nosotros, inclaudicables defensores del pueblo, voz de los sin voz, los reaccionarios del país han retorcido y prostituido un argumento que siempre hemos esgrimido: la legalidad debe ir de la mano con la moralidad. Ocurre que, en los sistemas capitalistas, muchas de sus normas son muy legalistas, pero obscenamente inmorales. Ahora, arrogándose la paternidad de este principio tan elevado e incontrovertible, aducen que, en el caso de nuestro compañero, eso es lo que ha sucedido.
”Pues no, señores, si así se les puede llamar, de la derecha. No. Aquí no hay nada catalogable de inmoral. La municipalidad ordena, pasa la factura, y él, dócil y obediente, paga. Se ajustó estrictamente a la apreciación de sus terrenos validada por el ayuntamiento de marras. No metan moralidad donde no cabe ni corresponde. No engañen. No busquen cinco pies al gato, pues tiene cuatro y bien puestos.
Les jode el cambio. ”Lo que en el fondo pasa aquí es que les jode el cambio producido en este país, logrado gracias a esa enorme mayoría, inteligente y con gran sensibilidad social, que marcó historia en el 2014. Eso les duele inmensamente. Y lo que no imaginan es que falta poco, solo tres años, para que la vuelta a la tortilla sea más contundente y eficaz. Será entonces cuando los desheredados de esta tierra, los pobres, verán satisfecha su ansia de justicia y bienestar. Mientras ellos golpean, nosotros nos hacemos más fuertes para conseguir nuestro objetivo. Ya lo verán. Ya lo verán”.
Posdata: Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Santiago Manzanal Bercedo es filósofo.