En la nota “Atunera de Costa Rica Borda Azul habría usado facturas falsas para ganar incentivos” (5/4/2016) este medio atribuye a la empresa el haber utilizado un bufete extranjero para supuestamente ganar un incentivo, lo cual no es cierto. Eso sería difícil, casi imposible, tomando en cuenta lo regulado que está el comercio mundial.
El negocio del atún genera tantos diferentes puntos de información en distintos lugares del planeta que unas simples facturas en un mar comercial no son suficientes para engañar a nadie.
Los fiscales del Ministerio Público y las muchas autoridades e investigadores que indagaron sobre las actividades de Borda Azul S.A. –por una denuncia anónima sin fundamento, presumiblemente originada en la competencia– comprobaron la seriedad y la veracidad del trabajo, de las importaciones y la totalidad de las exportaciones.
En aquella época importábamos materia prima (atún) por diferentes puertos y se procesaban hasta 90.000 kilos de atún diarios, utilizando más de 13 millones de kilos de atún al año.
Borda Azul no era una empresa obscura o ficticia. Se elaboraba lomo de atún precocido, empacado al vacío y congelado para exportación a terceros mercados para venta a enlatadoras en Europa y Estados Unidos, que con esos “lomos” listos para enlatar se ahorraban mano de obra y filete de pescado entero.
En Costa Rica se limpiaba y procesaba, y se enviaba lo esencial para enlatado; más de la mitad del pecado quedaba en el país para alimento animal.
Este producto nacional lo desarrolló Borda Azul con la empresa Strakist, la atunera más grande del mundo.
Borda Azul también enlataba atún para exportación a clientes como la gran cadena LIDL (el Walmart de Alemania) y a países de Europa y Centroamérica, así como para consumo nacional.
El atún lo comprábamos localmente y también lo adquiríamos de barcos individuales, cumpliendo siempre los reportes establecidos. El atún importado pasaba por los muelles internacionales del Pacífico. En esta descarga reinaba la burocracia aduanera y como cualquiera que ha importado algo a Costa Rica sabe que hay que presentar múltiples documentos, no solo a la aduana, sino al Incop, al Ministerio de Agricultura y a todas las otras entidades estatales que controlan esta actividad.
En 1998, cuando se creó un clima de escándalo sobre los CAT, la empresa naturalmente figuró en la lista de beneficiarios por ser una de las exportadoras más grandes del país. Fueron los tiempos en que las divisas llegaban al país como resultado del trabajo y de las exportaciones transparentes y tangibles que el Estado incentivaba y compensaba el alto costo de operación, en su momento con el CAT y otros instrumentos como ahora lo hace con las zonas francas y demás metodologías de apoyo.
Durante la amplia investigación de más de un año, que terminó con una sentencia firme de sobreseimiento definitivo, las autoridades llevaron a cabo una exhaustiva revisión de todas las operaciones de la empresa en sus diferentes puntos. Revisaron las aduanas de los puertos de entrada de la materia prima. Revisaron las facturas por servicios de descarga de atún y servicio de los muelles de Incop. Revisaron las pólizas de desalmacenaje de atún. Revisaron las facturas y compras locales de materiales, planillas y mano de obra. Revisaron las facturas de exportación tanto en Caldera como en Limón. Pidieron información a los diferentes países de donde se importaba y a los que se exportaba.
La Policía Fiscal, el OIJ, el Ministerio Público, los auditores forenses, el Incopesca y Procomer investigaron a Borda Azul. Allanaron las oficinas de la empresa, requirieron extensas declaraciones de sus personeros y de los clientes en el exterior. Estas entidades estatales recopilaron y compararon los datos de los muchos puntos de información que generó la actividad de Borda Azul. La conclusión de los investigadores, según la solicitud de sobreseimiento definitivo suscrita por el fiscal Wagner Molina, determinó “que la empresa Borda Azul sí realizó exportaciones superiores a los veinte millones de dólares durante el periodo fiscal 1995-1996, que sí realizó compras de importación de atún por 13.083.505 kilos y que los hechos denunciados no se realizaron”.
El sobreseimiento definitivo se dictó porque Borda Azul era una empresa procesadora de atún seria, productiva y novedosa, y la investigación realizada fue amplia, profesional y profunda.
Es notorio y sabido por todos que los servicios bancarios y comerciales de Costa Rica siempre han sido limitados y también se sabe lo difícil que es hacer negocios en este país, mientras que Panamá siempre ha sido un país que facilita el comercio. Costa Rica se dedicó a pasar más reglas para regular las cosas y hacer todo más difícil, lo cual era un gran impedimento para el desarrollo de una empresa con la agilidad que requería Borda Azul. Por eso usamos los servicios que ofrecía Panamá.
No para evadir o engañar al fisco ya que siempre pagamos los impuestos y cumplimos las leyes, sino porque era más práctico y conveniente. La supuesta evasión fue investigada y nunca se encontró prueba alguna. Ni la empresa, ni sus personeros, ni sociedades de su propiedad mantenían ni mantienen cuentas bancarias en paraísos fiscales.
Estas repentinas y anacrónicas conjeturas y acusaciones son falsas y están basadas en documentos dudosos, sin veracidad y obtenidos delictivamente, y arbitrariamente difundidos sin que haya habido el más mínimo análisis o investigación.
Hermes Navarro Vargas
Gerardo Ten Brink Tabah