Llama la atención, en la pretendida crisis fiscal presente, que muchas de las "fuerzas vivas", que debían adversar la solución unilateral, simplista y fiscalista que propone el Gobierno, no la combatan, sino que, contrariamente, la defiendan: "!Algo hay podrido en Dinamarca!" es lo primero que se te ocurre ante tan insólita situación. Conforme a mi personal apreciación de los hechos, se trata de lo que el título de este artículo proclama: "!Empobrece a tu vecino!" (beggar thy neighbour!)... apoyamos la reforma, para ser escuchados y tenidos en cuenta, y aprovecharnos entonces para modificarla en modo que no recaiga sobre nuestros hombros el peso de ella, sino sobre los demás.Saber si una modificación tributaria es perniciosa o beneficiosa, es posible solo cuando se trata de un proyecto específico, en el que sea posible el análisis de costo-beneficio, es decir, cuando el problema sea uno de equilibrio parcial, en la jerga de los economistas. Pero cuando se trata de una reforma fiscal, que no persigue propósitos específicos que puedan evaluarse, sino alcanzar algo como el "equilibrio macroeconómico", es imposible una justipreciación. Se trata de un problema de equilibrio general, problemática que usualmente no puede resolverse sin equívocos, sino mediante recurso o supuestas condiciones de estabilidad, valederas de suyo y que cohonestarían la política por seguir. En el tanto en que esta forma de razonar fuera válida, lo sería la política consiguiente. En nuestra historia reciente, no obstante, las fantasmagorías con que el Gobierno intenta descarriarnos carecen de sustento, puesto que la administración Calderón Fournier, para todo fin práctico, había logrado estabilizar la situación fiscal: aunque es verdad que el déficit reapareció en los cuatro primeros meses de 1994 no era como para lo que nos recetaría la nueva administración, con su excesivo gasto público, más allá de las necesidades y de los recursos; este desmán produjo, durante el primer año de esta administración, un crecimiento exagerado del déficit a pesar de que los ingresos crecieron más rápidamente que en el pasado.
Es necesaria una reforma, pero "sin impuestos adicionales", porque el bien que estaríamos comprando con ellos es un bien abstracto (además de abstruso), unas pretendidas condiciones de equilibrio macroeconómico, logradas y pérdidas, ahora demandadas nuevamente por el Banco Central, para cohonestar su manirrota política monetaria (único origen posible para la pérdida del equilibrio macroeconómico ya alcanzado anteriormente); bien que, evidentemente, le importa un bledo a la presente administración como lo revela cuán desenvueltamente lo tiró por la borda no más tomó las riendas de la cosa pública; bien que, consecuentemente, si se lograra, sería fugaz, por ser menospreciado por esta administración.
?Por qué esa muletilla "sin impuestos adicionales"? Porque en las discusiones que se han dado sobre esta reforma tributaria se nos quiere hacer creer que se trata de impuestos que no producirán perjuicio alguno: y no es así porque necesariamente deprimirán y harán recejar la actividad económica. Aunque los más sagaces lograran que eso fuera a expensas del vecino, no por ello dejaría de haber un deterioro en el sector privado, al arrebatarle el sector público, mediante impuestos, los recursos que actualmente emplea en la producción. Y si lo que recibirían a cambio los habitantes fuera que las cosas siguieran como están, pero sin provocar un desequilibrio macroeconómico, no habría con qué restañar la herida. El bien que obtendríamos a cambio del golpe, es que, quizás, el Banco Central dejaría de ser el terrorista monetario que ahora es y que, consecuentemente, la tasa de interés no sería el fantasma horripilante en que hoy en día la tiene convertida para mejor servir a su señor.
?Por qué es muletilla "sin impuestos adicionales"? Porque así como se encuentra natural pedir a la actividad privada, a todos los habitantes, otro sacrificio, cuando ya habían hecho el necesario durante la administración anterior, igualmente se le debería pedir al sector público, cuyo gigantismo es el origen de todas nuestras cuitas, que pusiera de su parte y restringiera aquellas obras que no son prioritarias o sostenibles, en lugar de seguir adelante alegremente con ellas (debe reconocerse que, el algunas agencias estatales ya algo de esto se hace, pero las más importantes siguen disparadas como moro sin señor, impidiendo resolver la crisis y acumulando problemas para el futuro).
Otrosí, para terminar. El factor más importante, en las finanzas del Gobierno Central es la deuda pública interna y a este se le ha dedicado muy poco pensamiento; es evidente que una reforma de carácter puramente financiero tendría más posibilidades, generaría mayores beneficios, infligiría menor daño y causaría menos oposición que la reforma fiscal propuesta, con lo que este gobierno podría dedicarse a hacer obra y gobernar, en lugar de, como ahora, a cabildear.
El primer reporte parlamentario sobre una reforma fiscal general, en discusión en el Parlamento inglés, es justamente famoso por las palabras con que comienza, llenas de sabiduría, tanto en el siglo pasado como hoy en día: "Toda reforma fiscal es injusta."
Entienda el que tenga oídos para entender.