A punto de cumplir los 80, Woody Allen –director, guionista, actor y mucho más– acaba de anunciar su próxima película. Nada sabemos del título por un hábito cabalístico de Woody (hay que esperar hasta el fin del rodaje), pero sí del trío actoral: Bruce Willis ( Duro de matar ), Kristen Stewart ( Crepúsculo ) y Jesse Eisenberg ( Red social ).
Pero más acá de los detalles, Woody Allen, toda una marca registrada que es, hará un filme de los suyos, es decir, ejercerá sus dones en el uso de la fotografía, la música, el color, el ritmo, la actuación, el guion y el espíritu mismo del sétimo arte.
Es que estamos hablando de “un Artista”, en el sentido que tendría hablar de Picasso en la pintura o de Toscanini en la música; y una cosa es conocer los secretos o trampas de un oficio y otra dominar el conjunto y cada uno de los planos y escenas de una película, mutando lo que podría ser el caos privado en un todo de gracia ecuménica.
Para lograrlo hay que ser “Artista”, claro, y hay que haber atravesado una larga y rica experiencia.
Woody debutó en el cine como actor y guionista en ¿Qué pasa, Pussycat? (1965) después de escribir chistes para las columnas de los diarios desde la adolescencia, hacer presentaciones de magia, escribir guiones para otros comediantes y luego interpretar él sus propios monólogos. Tuvo también su paso por el teatro y el jazz (sigue tocando el saxo soprano y cuando está en Nueva York, siempre en el Michael Pubs, de Manhattan).
Mimado por el público, este lo ha conocido y admirado como un gran humorista, lo que constituye una verdad parcial, claro; en realidad, aunque menos reconocido, su obra seria, apartada de la risa, se ha convertido ahora en el eje de su vida ( Interiores , Setiembre, Otra muje r).
Pero el pasado ha dejado también su huella y lo que al fin queda es una rara combinación, única entre el ingenio y la representación dramática ( Annie Hall, Recuerdos, Manhattan, Match Point, El sueño de Cassandra, Medianoche en París, Jazmín Azul ).
Una combinación que llega, como su portador, a una madurez perceptible, a una filosofía que ha logrado organizar las perplejidades cotidianas. Y que agradecemos a su autor y a todos sus cómplices, por ejemplo nosotros.