En estos días se ha discutido sobre la educación dual y se ha tratado de desprestigiar la figura del aprendiz. Desde el tiempo de Miguel Ángel Buonarotti, la formación de aprendices ha sido un modelo exitoso y se ha usado en muchos esquemas de formación.
No es raro que muchos médicos sean mejores cirujanos porque fueron enseñados por un mentor más que por un método o un libro. Tampoco es raro que muchos abogados sean mejores abogados porque fueron formados en la práctica por un mentor. Lo mismo sucede con músicos, escultores, pintores, deportistas y hasta políticos.
La educación dual, en su concepto más básico, se centra en la figura de un estudiante que trabaja, no un trabajador que estudia. Esa es la diferencia fundamental.
Las personas que trabajan ocho o diez horas y luego salen en carrera hacia su centro de estudio, donde podrían pasar las siguientes cuatro o seis horas, para después ir a su casa para hacer tareas y labores del hogar, sencillamente son superhéroes.
Un estudiante que trabaja tiene un horario de estudio normalmente matutino, y en la tarde trabaja o hace una práctica en una empresa que le asigna tareas y responsabilidades supervisadas, de acuerdo con la carga académica. De tal manera, se complementan la empresa y el sistema educativo.
Pero la enseñanza dual es más que eso. Es una estrategia para insertar a los jóvenes con la mayor prontitud y calidad posibles en el aparato productivo de un país. Esto se logra mediante la selección de mentores, quienes son los mejores ingenieros, técnicos y especialistas de la industria, que trabajan coordinadamente con los profesores debidamente seleccionados y entrenados.
Modelo conocido. Esto no es ciencia espacial; muchas empresas nacionales lo han ensayado con resultados exitosos y sobresalientes. El Instituto Costarricense de Electricidad tuvo en 1970 un proyecto muy exitoso de formación de técnicos en telecomunicaciones e ingenieros técnicos que eran estudiantes que trabajaban. Asistían a la Universidad de Costa Rica o a los cursos especializados impartidos por estudiantes avanzados de ingeniería o por proveedores, en horarios adecuados para el traslado, la asistencia de clases y para hacer las tareas.
Los mentores tenían un doble papel, pues en el día eran sus jefes o compañeros de trabajo y en la tarde eran sus profesores en la universidad, de tal manera que la carga académica y la práctica profesional se balanceaban. Ese esfuerzo creó una generación de ingenieros y técnicos especializados muy productivos, con una fuerte cultura organizacional y además con gran capacidad de utilizar sus conocimientos de manera inmediata.
Habían sido formados a la medida de las necesidades de la institución, y esa fue la garantía del éxito. Un efecto obvio de la educación dual es que evita que los jóvenes sufran el golpe del desempleo desde la aurora de sus vidas laborales, que deberían durar 30 o 40 años.
El discípulo de un buen especialista en cualquier campo es garantía de poder continuar desarrollando las mejores prácticas, y si a ese concepto se agrega la mejor formación académica, sin duda es una combinación ganadora.
Aprendices. La verdadera pregunta es si como sociedad queremos que el Instituto Nacional de Aprendizaje, las empresas, el Instituto Nacional de Seguros, y los mojigatos que a todo se oponen vean que este es un esfuerzo para mejorar el desempleo, la productividad del país e incluso para salvar a nuestros jóvenes de actividades que están destruyendo las comunidades y el futuro de muchas personas.
¿Por qué el establishment se siente amenazado, si sabe muy bien que esta es una tendencia consolidada en otros países? Este modelo educativo se ha desarrollado con excelentes resultados.
La descalificación de llamar a la educación dual un “generador de aprendices” no demerita sus resultados. Al contrario, refresca el concepto de que el aprendiz es la generación del remplazo de los mejores técnicos, ingenieros o especialistas en cualquier actividad económica.
No es trivial que la discusión del modelo de la educación dual sea producto de un acercamiento con el Gobierno alemán. Ese país es un especialista en la aplicación de este método.
Revolucionar la educación. Si el modelo educativo actual es aburrido para los jóvenes –y la deserción en muchas comunidades lo confirma–, esta podría ser una excelente solución.
Los estudiantes escogerían una carga académica y una actividad complementaria en una industria como las de manufactura, diseño de software, arte y cultura, entretenimiento, reciclaje y biodiversidad, construcción, agricultura y otras que sean más atractivas. Podrían entrenarse en una fábrica de guitarras, un taller de autotrónica, en animación digital, alta cocina, buceo profesional, turismo, idiomas y muchas otras más.
La educación dual puede ser entretenida, dinámica, atractiva y eficaz para formar profesionales, técnicos especializados, ingenieros y artistas. Los jóvenes tendrán una mejor formación y conocimiento para competir en una carrera universitaria o en el mercado laboral con éxito.
Para quienes crean que estoy soñando, les invito a acercarse a ver Invenio, en Los Ángeles de Tilarán: una secundaria y ahora flamante universidad que se salió del cajón, y son un excelente ejemplo de educación dual e impacto social.
Estoy seguro de que los miedos y preocupaciones habrán desaparecido, y solo quedarán como un comentario trasnochado, una vez que tengamos una generación de maestros especializados, mentores en las empresas y estudiantes interactuando con el modelo económico.
(*) El autor es empresario de tecnología.