Conocidos los resultados provisionales de las elecciones del pasado 2 de febrero, José María Villalta, candidato del Frente Amplio (FA), atribuyó a la “campaña del miedo” el hecho de que su partido no hubiera pasado a la segunda ronda y el sorprendente crecimiento, en las semanas previas a los comicios, del Partido Acción Ciudadana (PAC).
De lo expuesto por Villalta, lo primero que conviene clarificar es el término mismo de “campaña del miedo”. Aunque es cierto que algunos empresarios altruistas se preocuparon por informar a sus empleados acerca de cómo su estabilidad laboral podría verse afectada por un eventual triunfo electoral del FA, tal tipo de comunicaciones fueron solo una parte de una retórica anticomunista más amplia.
Manifestaciones de esa retórica fueron comunes en la política costarricense desde la fundación del Partido Comunista en 1931 hasta la década de 1980. Del decenio de 1990 en adelante, los discursos anticomunistas tendieron a desaparecer del escenario electoral, un fenómeno favorecido, en lo externo, por el colapso de la Unión Soviética y por la consolidación de los procesos de paz en Centroamérica, y, en lo interno, por el fortalecimiento del bipartidismo y por la crisis de las organizaciones de izquierda.
Contradicciones. Sin duda, el factor principal que explica que la retórica anticomunista se activara de nuevo fue el incremento en la intención de voto a favor del FA, debidamente captado por las empresas encuestadoras. En este contexto, dos contradicciones principales pronto resultaron evidentes. La primera consistió en que el programa de gobierno frenteamplista fue elaborado antes de que ese crecimiento se manifestara, por lo que se abrió una brecha entre esa propuesta, dirigida a un electorado minoritario de izquierda, y un partido que captaba el respaldo de votantes mayoritariamente no comunistas.
Dicho desfase, visible en los esfuerzos de Villalta por conciliar el programa con sus discursos de campaña, fue agudizado por una segunda contradicción, que resultó de la división existente en el FA entre una izquierda más tradicional, cuya formación política e ideológica permanece arraigada en lo que Rodolfo Cerdas denominó “la sovietización del Partido Comunista de Costa Rica”, iniciada en la década de 1950, y una izquierda más joven y renovada.
Las manifestaciones más notarias de esta segunda contradicción fueron los desencuentros entre el propio Villalta y la aspirante a primer lugar por San José en la papeleta de diputados del FA, Patricia Mora. En esta misma línea, debe ubicarse el conflicto en torno a la candidatura legislativa de Jorge Arguedas (a quien se le impusieron medidas cautelares por un caso de supuesta violencia doméstica). Para la izquierda tradicional, los asuntos de género siempre fueron marginales o irrelevantes, en contraste con el importante espacio que ocupan en la agenda de la izquierda renovada.
Miedo. En contraste con lo indicado por Villalta, los resultados preliminares de la elección sugieren que la llamada “campaña del miedo” tuvo poco o ningún impacto en el desempeño del FA en las urnas. A nivel nacional, el FA obtuvo en la elección presidencial 42,3% de votos más que en la de diputados, un porcentaje superior al del Partido Liberación Nacional (25,9%) y al del PAC (41,1%), y únicamente superado por el Movimiento Libertario (53,5%). Además, en la votación legislativa, el FA quedó en segundo lugar en Guanacaste y Limón, y en una tercera posición en Puntarenas.
De esos logros, el más significativo es, sin duda, el guanacasteco. Si bien en las décadas de 1930 y 1940 el Partido Comunista logró un significativo apoyo electoral en Puntarenas y Limón, la penetración que tuvo en Guanacaste fue muy limitada. La votación más alta que obtuvo en esa provincia fue un 7,6% de los sufragios válidos en los comicios de diputados de 1948.
Ciertamente, se podría argumentar que, debido a la “campaña del miedo”, la votación a favor del FA no creció tanto como se esperaba, pero tal presunción puede ser rebatida porque los resultados obtenidos por el FA en la elección presidencial y en la de diputados se ajustan, en lo fundamental, a las tendencias mostradas por las encuestas.
Por tanto, el rápido crecimiento del PAC se explicaría no por la “campaña del miedo”, sino porque, al aproximarse el día de las elecciones, consiguió captar proporciones crecientes de quienes en las encuestas se declararon indecisos y de ciudadanos que quebraron el voto (en este último caso, el PAC superó ampliamente al liberacionismo).
Más importante aún es que, si la “campaña del miedo” tuvo poca o ninguna incidencia, se estaría en presencia de un fenómeno similar al ocurrido en la década de 1930: pese a la intensificación de la retórica anticomunista por parte de los partidos tradicionales, de la Iglesia católica y de los medios de comunicación, el crecimiento electoral del Partido Comunista se mantuvo. Este proceso condujo, a la larga, al desarrollo de un movimiento anticomunista socialmente reformista, que fue el que inició las reformas sociales del decenio de 1940.
Desde esta perspectiva, se puede afirmar que en la Costa Rica actual, por más que se trate de reactivar la vieja retórica anticomunista, el incumplimiento en el pago de salarios mínimos y de otros derechos laborales, las prácticas sistemáticas de evasión fiscal, la corrupción, el incremento de la desigualdad en la distribución del ingreso y otras iniquidades similares son combustible de alto octanaje para los motores del FA.
Desafíos. Al igual que el Partido Comunista durante las décadas de 1930 y 1940, el principal desafío que tiene el FA actualmente es consolidar el respaldo de quienes lo apoyaron en las pasadas elecciones, pues una proporción considerable de esos votantes son personas próximas a la izquierda, pero no de izquierda.
Para lograr eso, el FA tiene por delante la tarea de superar sus contradicciones internas mediante la renovación del ala izquierdista más tradicional, una revisión del programa del partido para ajustarlo a los desafíos del siglo XXI con propuestas que miren hacia el futuro y no hacia el pasado, y un cambio decisivo en el discurso de los dirigentes del FA, de manera que se oriente más a sumar que a restar.
Desde 1948, cuando el Partido Comunista captó casi el 13% de la votación para diputados, el electorado costarricense no le daba a la izquierda una oportunidad histórica como la que le ha brindado en el 2104. Cómo la va a aprovechar el FA se verá a corto plazo, con un primer corte en las elecciones municipales del 2016.