¿Es esto Güllen? La pregunta se oía imponente y con absoluta propiedad fuera del escenario. Era la enérgica voz de Ana Poltronieri, nuestra gran actriz que acaba de morir.
Ana representó diez veces a Clara Zachanassian, el terrible personaje de La visita , obra cumbre del teatro contemporáneo, del autor suizo Friederich Dürrenmatt (1921-1984).
Después de esa frase, se oía el tren partiendo de la estacioncilla de Güllen, y ahora veíamos a Clara, rodeada de servidores, apoyada en un bastón.
La acción se desarrollaba en la estación de tren de una pequeña y arruinada ciudad en el centro de Europa. Esta escena se realizó en el escenario de nuestro Teatro Nacional en el mes de octubre de 1968 en una temporada de diez funciones.
Clara Zachanassian, hermana de las Medeas, las ladies Macbeths, las Clitemnestras… transformada ahora en una furia por las circunstancias, la vida, los años y sus deseos de venganza.
La vieja Clara, ahora multimillonaria, volvía al pobre pueblo de su juventud para imponer sus reglas y sus terribles condiciones.
La gran Ana Poltronieri asumió el personaje que nadie, absolutamente nadie en nuestro país podía, podría ni podrá intentar jamás. Ese hecho sin que nadie lo propusiera quedó como el poder inmutable de una sentencia.
Aventura factible. La tragicomedia de Friederick Dürrenmatt, con el respaldo de la Universidad de Costa Rica, se logró montar en 1968 bajo la sensible batuta del dramaturgo y director Daniel Gallegos. En esa época, yo era profesor de teatro en las “culturales” de Estudios Generales y había participado anteriormente como actor en unas veintinco obras.
Cuando leí La visita, la consideré (y sigo considerándola) como la mejor y más importante obra dramática escrita a lo largo de todo el siglo XX.
Había que montarla y solo Ana Poltronieri podía ser capaz de interpretar el complejo personaje de la trágica multimillonaria. Logré que los recién llegados actores argentinos Carlos, Alfredo y Gladys Catania aceptaran participar en el reparto.
Esta conquista me dio el temple necesario para seguir convenciendo a los demás: Lenín Garrido, Óscar Castillo, Ingo Niehaus… El reparto de La visita es enorme.
Completado el elenco y convencido Daniel de que la aventura era factible, nos lanzamos a ensayarla en el escenario del Teatro Nacional hasta el estreno el 17 de octubre de 1968 con la más fervorosa entrega de Ana Poltronieri en el papel de Clara Zachanassian y la mayor devoción imaginable de todo el reparto. Todos actuábamos sostenidos por la pasión de Ana.
La obra del dramaturgo suizo Dürrenmatt tiene un gigantesco reparto. Yo bruñí el personaje de Alfred Ill, la pareja de Clara Zachanassian, como su contrapunto. La obra fue estrenada en Europa en 1956 y tuvo, desde el inicio de su triunfal carrera, un gran respaldo de público y de crítica.
Fue llevada al cine en una lamentable adaptación con Ingrid Bergman y aquel burdo y falso Anthony Quinn.
Perfección y genio. En Costa Rica, el proyecto se convirtió en un enorme reto para todos. Decir hoy, ante su ausencia, que La visita fue lo mejor que Ana hizo, sería faltarle el respeto a su talento y a su memoria.
Todas las obras en que ella participó (que fueron docenas) quedaron selladas en la memoria colectiva por su magnetismo, su infalible intuición y su descomunal talento. Están marcadas por esas huellas indelebles que quedan después de los grandes acontecimientos en el arte.
Ana era poseedora de una poderosa personalidad escénica. Se entregaba (era parte inseparable del dictado de su genio interpretativo) mediante la situación y las circunstancias dadas por el texto tanto de una comedia como de la tragedia más densa imaginable.
Su Visita puede añorarse con inmensa nostalgia porque nadie podrá tener aquella presencia escénica, ni el genio para calar tan hondo en la conducta de un personaje. Todo lo que Ana Poltronieri hizo en el teatro será recordado y añorado perpetuamente como ejemplo de perfección y genio.
Guido Sáenz fue ministro de Cultura en dos ocasiones.