“Sé que están preocupados de si somos comunistas. Quiero que quede bien claro, no somos comunistas. Yo no soy comunista ni tampoco nuestro movimiento”, aseguró Fidel Castro a su pueblo en La Habana, el 13 de enero de 1959.
“Con respecto al comunismo, solo puedo decirles una cosa: no soy comunista”, reafirmó a la comunidad internacional, en Washington, Estados Unidos, el 17 de abril de 1959.
El 26 de julio de 1957, la revista Bohemia publicó el Manifiesto de la Sierra dirigido al pueblo cubano. En este, Castro prometió restaurar la Constitución de 1940, convocar a elecciones libres, democráticas y multipartidistas al año de derrocado Batista. Prometió gobernar provisionalmente solo año y medio, total libertad de prensa, así como la excarcelación de todos los presos políticos.
Menos de dos años más tarde, el primero de diciembre de 1961, en una comparecencia en el programa de televisión La universidad popular declaró: “Puedo decir, con satisfacción plena que soy marxista-leninista y lo seré hasta el último día de mi vida”.
Genocidio de Castro. En la América Latina de esos tiempos, para muchos grupos de izquierda, si una persona tenía algo era porque había despojado a otra. Para Castro y su pandilla de malhechores, para terminar con estas injusticias no bastaban las instituciones burguesas de derecho y menos las podridas estructuras políticas existentes; era necesario imponer, por medio del terrorismo estatal, la “justicia social” inmediata.
Genocide Watch responsabilizó al régimen castrista por el genocidio. Unos ejecutados contra el “paredón” –o sea, sin juicio– y, otros, muertos tratando de escapar de la isla. Esta organización define genocidio de acuerdo con los tratados internacionales.
Se calcula que de 1960 a 1987 el régimen castrista fue responsable, directa o indirectamente, de 35.000 a 141.000 muertos. Además, el 20% de la población cubana fue desplazada, refugiada o exiliada.
Auge económico. Cuando Castro tomó el poder, se encontró una Cuba en pleno proceso de progreso y modernidad. En 1958, a pesar de su pequeño tamaño y con apenas 6,5 millones de habitantes, estaba entre las primeras 30 economías del mundo.
En la segunda administración del dictador Fulgencio Batista (1952-1959), el PBI per cápita era igual al de Italia y más del doble del de España. El peso cubano tuvo un valor idéntico al dólar desde 1915 hasta el año en que Batista fue derrocado.
Según la izquierdista OIT (Organización Internacional del Trabajo) el salario industrial promedio en 1958 era el octavo más alto del mundo y el salario del empleado agrícola era más alto que en muchos países europeos.
En comparación con el resto de Iberoamérica, en 1955, Cuba era el segundo país con menor mortalidad infantil. En 1956, era el segundo con los más bajos índices de analfabetismo, en 1957 contaba con el mayor número de médicos per cápita, con el mayor porcentaje de viviendas electrifi-cadas y con el mayor consumo calórico, también por individuo. En 1958, Cuba era el país con más automóviles por habitante, el pueblo con más electrodomésticos y el país con más kilómetros de líneas férreas.
De la modernidad a la pobreza. “Tengo la seguridad de que, en el curso de breves años, elevaremos el estándar de vida del cubano superior al de Estados Unidos y Rusia” prometió Castro a su pueblo el 16 de febrero de 1959, compromiso que repitió en 1962. Pero en toda la historia del continente americano, ningún país se ha empobrecido de una manera tan sostenida y brutal como Cuba en las manos de la revolución castrista.
Prometiendo independencia del control de “los gringos”, convirtió a la Isla en una especie de apéndice social y económico de los cuban-americans . La mayor fuente de ingresos netos de la Cuba de Castro son las remesas de los exiliados, que aportan más de $1.000 millones anuales.
La producción per cápita de los 15 de los principales productos agrícolas e industriales de la Cuba castrista fueron dramáticamente más bajos en el 2007 de lo que fueron en el tiempo de Batista. La producción de azúcar, icónico producto cubano, cayó a la octava parte del nivel que tuvo en el último año de Batista.
En los 56 años del capitalismo antes de Castro, pese a los malos gobiernos, la corrupción, las revueltas y los períodos de dictaduras militares, la Isla se convirtió en uno de los países más prósperos de América Latina.
Bajo Batista, Cuba era el tercer país más rico de América Latina en prácticamente todos los índices que sustentan el progreso. Hoy, es el tercer país más pobre de la región. Con el gran fraude de la revolución marxista, Cuba pasó de la modernidad y el progreso a la gran pobreza.
Los elementos básicos que determinan la calidad de vida como la alimentación, el agua potable, la vivienda, la electricidad, la comunicación y el transporte se han agravado después de 52 años de dictadura hasta convertirse la isla en una pesadilla para sus habitantes.
La mentira del sistema de salud y educación. Los menguados defensores de la revolución cubana alardean del sistema de salud de Cuba. Esta es parte importante del cúmulo de mentiras que enmascaran el fraude del comunismo cubano. La realidad es otra.
En la isla conviven dos sistemas de salud muy diferentes: el que atiende a las élites del Partido Comunista y a los turistas que pagan en dólares, y el de los cubanos. Aun así, la elite del partido a menudo sale de la isla para recibir una mejor atención médica. Para la atención de los cubanos, faltan médicos.
Más de 30.000 médicos cubanos trabajan en Venezuela. “Tienes que llevar la sábana, la toalla, la funda, el jabón y un cubo para bañarte y muchas veces... no hay agua”, es una queja generalizada de la atención en los hospitales.
Montaner comenta que “es verdad que los cubanos hoy están mejor educados que en 1958”. Sin embargo, esto también es cierto en países como Ecuador, Colombia, México o Costa Rica. Pero destaca don Carlos que el sistema educativo es la “imbecilidad casi perfecta… en Cuba habitan los únicos ciudadanos del planeta a los que la educación no les abre el camino de una vida mejor”.
Los técnicos y profesionales viven miserablemente. Un médico recibe el equivalente a $20 al mes. No es sorprendente que esa profesión tiene el índice de suicidios más alto de toda América Latina. Son los indigentes mejor educados del mundo.
Jeffrey Goldberg, en una entrevista en The Atlantic, le preguntó a Fidel si el modelo cubano todavía era algo que valía la pena exportar y Castro le respondió que no funciona ni para ellos.
Nadie en Cuba cree en el marxismo-leninismo y, con ingenio cubano, los jóvenes califican a Marx como “el viejito barbudo que inventó el hambre”.
Régimen no reformable. Raúl no sabe qué hacer con la pesadilla de la herencia que recibió de un sistema fracasado y no reformable. Hace un año, en un discurso ante el Parlamento, advirtió que la revolución comunista de Cuba estaba a punto de naufragar.
El recuerdo de la caída del imperio comunista en 1989 lo tiene que atormentar. Ante la represión y la pobreza del pueblo soviético, Gorbachov pretendió paliar el problema, liberalizando el sistema político (glásnost) y llevando a cabo una reestructuración económica ( perestroika ). No logró salvar el imperio comunista porque no comprendió el peligro que representa una apertura política y económica en una dictadura. Con cada etapa del proceso, se falsea la autoridad del partido y del Gobierno.
El resultado en la URSS fue una reacción en cadena que se salió del control de todos y que, eventualmente, consumió a Gorbachov y a todos alrededor de él. Esto es lo que le quita el sueño a Raúl e insiste públicamente en que “hay que desterrar la idea que existe en Cuba de que se puede vivir sin trabajar”.
Como los empleados públicos no trabajan o trabajan poco, quiere reducir el porcentaje de la economía en manos del Estado a través del proyecto conocido como cuentapropismo (trabajo por cuenta propia).
Con la decisión de cortar 500.000 empleados estatales a finales del 2010 (la fuerza laboral en Cuba es de 4,9 millones, de los cuales 4,1 millones trabajan para el Estado) planeaba la expansión de la iniciativa privada con pequeños negocios y cooperativas.
Raúl se ha encontrado con que el cubano prefiere el empleo público que le ofrece el Estado paternalista y que le garantiza una entrada sin riesgo ni esfuerzo. Pero no le ha podido ofrecer al hombre nuevo cubano algo mejor.
Hacia el capitalismo. Si el cuentapropismo no llegará a ser más que una receta para más pobreza, el Gobierno va a tener que liberalizar las reglas del juego y encaminarse hacia el capitalismo. En algún momento, Raúl tendrá que aceptar que el socialismo totalitario es irreformable y ya nadie en Cuba se traga el cuento ideológico.
Va a tener que cortar impuestos, generar crédito, ofrecer incentivos a la inversión extranjera, que ha sido elemento clave en el rápido crecimiento en Vietnam y China. Pero primero tiene que vencer las cadenas mentales. En una reunión de la Policía Nacional Revolucionaria denunció la corrupción que asoció con la apertura de Cuba “a los dólares, al turismo y a la inversión extranjera”. O sea, parte importante de lo que la Cuba actual necesita. Tengo la impresión de que si Raúl no impulsa el capitalismo, el pueblo cubano le arrebatará esa iniciativa.
El comunismo ha probado ser un gran fraude que esclaviza y empobrece a los pueblos. Para Montaner, “dentro de cien años, será muy difícil explicar cómo un cruel tirano le robó a un país medio siglo, lo encadenó a un imperio atrasado y remoto y lo sacó del curso de la historia”.
Jaime Gutiérrez Góngora es médico urólogo.