El mes de agosto es altamente significativo para la memoria colectiva que no se limita a la historia de Alemania, tanto por sus implicaciones repercutidas y colaterales, como para meditar en la fecha de inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Ciertamente, como efecto de la Primera Guerra Mundial, Alemania quedó destrozada moral, económica, territorial y políticamente, con agregado de la abolición de la monarquía y la presencia de la lucha de clases. Vencida y agobiada, Alemania tuvo además que soportar la humillación de los países vencedores con el Tratado de Versalles que, a la vez, será uno de los factores fundamentales para el advenimiento y consolidación del régimen nacional socialista (nazi).
Sin embargo, aun en medio del caos y la angustia, el 11 de agosto de 1919, bajo el ímpetu de la revolución republicana, entró en vigencia la Constitución del Reich de Weimar (en honor al lugar donde se redactó), dándose nacimiento a una grande pero ingenua Constitución Política, con algunos errores sustanciales y técnicos que facilitaron, por la vía democrática, la conquista del gobierno por los enemigos de la democracia y con una ciudadanía que ya había renunciado a ella.
Contenido positivo. Parte de su contenido positivo fue la creación de un Tribunal de Justicia Constitucional fuera de la jurisdicción ordinaria, con antelación del famoso Tribunal Constitucional austriaco (1920); se garantizó la libertad económica bajo el principio de la dignidad humana; se dimensionó el derecho de propiedad en aras de la función social, sin perjuicio del reconocimiento de la “economía colectiva”, donde el Estado debía impulsar el reparto justo entre todas las familias alemanas para la obtención de hogar y desempeño económico; se dieron regulaciones a favor del trabajo y del trabajador, con tutela preferente por la clase media. Y se reconoció el principio de soberanía popular, siendo el parlamento (Reichstag) un órgano importante en la estructura estatal.
Elementos negativos. Ahora bien, como elementos negativos está el temor al auténtico régimen parlamentario, con fortalecimiento del presidente del Reich, considerado como un monarca suplente que duró siete años en el cargo y que podía nombrar al gobierno.
A su vez, por el artículo 48, como si fuera una “reserva de legalidad” (Carl Schmith), podía dictar decretos-leyes aun contra la voluntad parlamentaria que decreció en influencia y determinación. Así, en la fase final de esta República (1930-1933), el Parlamento contribuyó en la llegada de la dictadura nazi que impuso las leyes de unificación política y administrativa; leyes y decretos raciales, con fervor expansionista, discriminatorio y criminal.
No obstante, la Constitución de Weimar no fue abolida formalmente en el Tercer Reich, aunque estuvo reiteradamente golpeada y rota. Su vigencia fue suspendida por decretos de 4 de febrero de 1933 para la “defensa del pueblo y del Estado”. Había muerto, pues, una Constitución confiada en favor de la libertad y la democracia; de inimaginables efectos para el mundo entero.
A su vez, el 23 de agosto de 1939, en criterio del Parlamento europeo (2009), es el “día conmemorativo” del inicio de la Segunda Guerra Mundial por virtud del pacto germánico-soviético, esto es, en su óptica, entre “nazismo y comunismo”.
Varias matizaciones. Empero, esto requiere ciertas matizaciones, a saber: a) tal fecha fue cuando se dio el comunicado oficial del potencial pacto que se firmó por Von Ribbentrop y Molotov entre los días 24 y 25 de agosto de 1939; b) con tal pacto se consolidó la invasión y repartición de Polonia entre Alemania y la (ex) Unión Soviética (URSS), aunque esta nunca fue condenada por tal ataque en los procesos de Nüremberg; ni se le condenó por la matanza de Katyn a manos del ejército soviético, lo cual fue aceptado posteriormente por Gorbachov, con el mea culpa de rigor; c) nunca se condenó a la URSS por la firma de varios protocolos ocultos que debían guardar el “absoluto secreto entre ambas partes”, mediante los cuales se consagró la intención de dominio sobre Lituania y la anexión forzada de los Estados bálticos, documentos originales que aparecieron en Estados Unidos (USA) en 1991; d) no es del todo exacto decir que la Segunda Guerra Mundial fue una conflagración homogénea, toda vez que en sentido estricto hubo varias guerras: la del oeste, la del este, la de Asia e, incluso, la del mediterráneo.
De tal manera que la guerra de Asia, por ejemplo, comenzó en julio de 1937 con la invasión de Japón a China y concluyó con la rendición incondicional nipona en agosto de 1945, a consecuencia, fundamentalmente, del lanzamiento de las dos bombas atómicas (días 6 y 9 de agosto), sin excluirse a la población civil, lo que aconteció tres meses después de la victoria definitiva sobre el régimen nazi.
Sin embargo, no debemos olvidar –lo que suele suceder– otros factores para la rendición japonesa: el avance de las tropas chinas, la declaración de guerra de la URSS el 8 de agosto y la invasión de Manchuria y Mongolia.
Así, el emperador Hirohito aceptó la derrota, con la aprobación de las cláusulas definidas en Postdam por USA, URSS e Inglaterra sobre el destino de las potencias enemigas, dándose el cese de las hostilidades el 15 de agosto de 1945 y la firma del acta de capitulación el 2 de setiembre.
A esto se sumó la garantía impulsada por USA para mantener el sistema imperial japonés, que llegó a sufrir un profundo reciclaje en la nueva e impuesta Constitución de 1947, en la que se eliminó el origen divino del emperador y afianzó el sistema liberal, social y de impulso pacifista.
La URSS, por su parte, a pesar de los crasos errores estratégicos, asesinatos colectivos, invasiones y robos a países independientes, con su ejército marcó un claro desbalance en favor de los aliados, con un saldo superior a los 21 millones de muertos.
Tal gesta histórica fue, sin duda, el costo de un pueblo heroico que no necesariamente defendía la atroz dictadura estalinista de corte marxista-leninista.
Un mes para la reflexión. En síntesis: este mes de agosto es de una gran reflexión para la humanidad en su conjunto, con el propósito de evitar que la estupidez, la mentira y el dogma impuesto por las cúpulas del poder nublen el ejercicio crítico de la razón humana por la libertad, la democracia y el progreso con civilización.