Hace algunos años, se realizó el estudio “Costa Rica: Estudio de longevidad y envejecimiento saludable” (Creles), el cual se inició en el 2004, con cinco de años de seguimiento por parte de la Universidad de Costa Rica y dirigido por el demógrafo Luis Rosero.
Durante ese tiempo, tuve la oportunidad de participar en la investigación, de gran trascendencia para el estudio y el conocimiento del envejecimiento en nuestro país, además de ser uno de los estudios más importantes a nivel latinoamericano. Como resultado, sabemos hoy, y el mundo igualmente, que tenemos una “zona azul” en nuestro país. Esta, ubicada en la Península de Nicoya, constituye una de las cinco zonas de su tipo en el mundo, junto con Okinawa (Japón), Cerdeña (Italia), Icaria (Grecia) y Loma Linda (Estados Unidos).
De todas estas áreas identificadas, Nicoya es la que cuenta con las personas más longevas. Como producto de estas evidencias científicas, periodistas de diferentes partes del mundo se han interesado en conocer las razones de este fenómeno. Han venido reporteros de Estados Unidos, Rusia, China y diferentes países de Europa, para conocer, in situ , todas estas realidades excepcionales en un mundo que está en pleno proceso de envejecimiento.
Grata experiencia. El Sr. Jorge Vindas, uno de los exfuncionarios de campo de esta investigación, me invitó recientemente a una convivencia con 20 centenarios en Hojancha, Nicoya. La experiencia fue única e histórica, y como expresó un periodista extranjero, “después de participar con ellos, uno no puede ser la misma persona”.
Las evidencias mostradas de actividad, amenidad, alegría, salud física y cognitiva, convivencia con sus familiares en cuatro, cinco y hasta seis generaciones, lo hacen a uno preguntarse muchas cosas de la vida. ¿Cómo personas tan sencillas y de escasos recursos económicos del área rural sobreviven después de 100 años, con calidad de vida? ¿Habrá fuente de la eterna juventud? ¿Cuál es la clave para llegar a esa edad con esas condiciones de vida?
Lo cierto es que se ha podido documentar que son personas sencillas, que se alimentan con arroz y frijoles, carne de cerdo, pollo, res, pescado (en ese orden), además de vegetales, legumbres y frutas; no tienen vicios, cultivan la tierra, trabajan mucho y viven con la familia extendida, es decir, cerca de toda su descendencia, en su propio hogar, muy activos, felices, de gran espiritualidad, con una actitud positiva ante la vida; y en su convivencia, sus familiares se sienten orgullosos de tenerlos con ellos y les brindan cariño. El agua de esa área tiene muchos minerales y consumen mucha tortilla y derivados del maíz.
En esta fiesta, pasaron muy alegres, con música de marimba; muchos bailaron y, para mi sorpresa, al mejor estilo de la zona y con gran entusiasmo. En fin, fue una ocasión que me dio gusto compartir, pues muchas veces creemos que las personas mayores no disfrutan y no son alegres, y aquí nos dieron una lección de vida.
Un gran ejemplo, y como repitió varias veces el distinguido periodista norteamericano, quien no salía de su asombro, “después de esta experiencia, uno no puede ser el mismo”.
Ojalá que todos podamos beneficiarnos de los mensajes tan claros que nos dan estos centenarios y poder aspirar a tener una vejez feliz, espiritual y activa como la de ellos.
Fernando Morales Martínez es el director general del Hospital Nacional de Geriatría y Gerontología.