Aprovecharé la emergencia actual debido a la aparición de un número inusual de pacientes que muestran cuadros severos de influenza AH1N1, inicialmente en el hospital de San Carlos y, ahora, en otras partes del territorio nacional, para referirme al trabajo interdisciplinario o en equipo en las ciencias de la salud.
Los médicos de la línea del frente dieron la alarma, pero, aparentemente, no fueron bien escuchados por los epidemiólogos y salubristas, tanto de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) como del Ministerio de Salud. Si se hubiese trabajado en equipo y se les hubiera dado el apoyo necesario, no se sentirían desprotegidos, se habrían evitado muchas de las discusiones bizantinas aparecidas en la prensa y se habría enfrentado mejor esta emergencia, siempre por el bien de los pacientes.
Mucho se ha discutido en la literatura científica sobre la necesidad de que los médicos y otros integrantes del sistema de salud aprendan a trabajar en grupos interdisciplinarios, actitud que debe ser adquirida desde los años de formación universitaria.
En la Escuela de Medicina de la Universidad de Costa rica, desde hace varios años se han centrado los esfuerzos en inculcar en los estudiantes de Medicina estas habilidades durante toda su carrera. Como esto es reciente, debemos esperar varios años para ver los resultados, que vislumbramos positivos.
Desde siempre, los primeros en alertar sobre la aparición en una cantidad inusual de pacientes que presentan una determinada patología son los médicos que están en la línea del frente, es decir, quienes laboran en clínicas, hospitales y servicios de emergencias; quienes atienden a una comunidad.
Ejemplos existen muchos, pero, por mi experiencia, voy a referirme a dos. En 1988, médicos del hospital Tomás Casas, de Ciudad Cortés, alertaron a las autoridades del Ministerio de Salud y de Inciensa sobre la aparición de una enfermedad de causa desconocida en pobladores de esa ciudad, posterior a las inundaciones causadas por el huracán Juana.
Con la cooperación del personal del hospital, un equipo de Inciensa. liderado por este servidor, llevó a cabo un estudio de campo y concluyó que se trataba de un brote de leptospirosis, enfermedad poco conocida hasta entonces en nuestro medio.
Se publicaron los hallazgos y, posteriormente, la población fue educada sobre esta patología. A partir de entonces, está considerada dentro del diagnóstico diferencial de las zoonosis en Costa Rica.
En 1992, el Inciensa fue informado de la presentación en Puntarenas de pacientes con un cuadro clínico similar al dengue, muy frecuente en Centroamérica pero que no había sido observado en nuestro país.
Nos trasladamos a Barranca, nos entrevistamos con el médico que había dado la alarma, buscamos a los pacientes en sus hogares, los atendimos y enviamos muestras de sangre a Honduras y Puerto Rico por medio de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Rápidamente, nos informaron de que se trataba de dengue. Lo interesante es que algunas altas autoridades del Ministerio de Salud no estaban de acuerdo con nuestro trabajo y negaban, a pesar de las evidencias científicas mostradas, la aparición de dengue en Costa Rica.
En estas emergencias, el factor común fue que siempre tratamos de trabajar en equipo.
El autor es médico infectólogo.