La histórica victoria de Sebastián Piñera en la elección presidencial de enero de 2010 en Chile se explica porque el candidato de derecha logró articular un mensaje que combinaba una propuesta atractiva de cambio en un contexto general de continuidad.
Desde que terminara la dictadura de Pinochet en 1990, la multipartidista Concertación— formada por cuatro partidos de centro e izquierda— ganó 4 elecciones presidenciales consecutivas. En los gobiernos de Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, Chile avanzó por la senda del crecimiento sostenido, mejorando sustancialmente sus indicadores de desarrollo y evidenciando una loable consolidación democrática. La pobreza se redujo de un 40% a un 15%. La educación primaria y secundaria logró cobertura universal. Hoy, cuatro de cada diez jóvenes asisten a una universidad o instituto de capacitación superior.
La Concertación dejó un país incomparablemente mejor al que recibió. Tanto en lo económico como en ámbitos de libertades individuales y de consolidación de las instituciones democráticas, los Gobiernos de la Concertación le dieron a Chile 20 años de grandes éxitos. La Presidenta Bachelet terminó su mandato con un 80% de aprobación porque los chilenos estaban satisfechos y felices con lo que habían hecho los Gobiernos de centro-izquierda.
Por eso mismo, para muchos fue una sorpresa que el candidato de la oposición derechista, el empresario Sebastián Piñera ganara las elecciones presidenciales. Pero la victoria de Piñera se explica precisamente por su estrategia moderada, que supo reconocer y prometer mantener las populares y exitosas reformas y programas sociales de la Concertación. Piñera ganó porque prometió mantener la misma hoja de ruta de la Concertación. Al votar por Piñera, los chilenos no votaron por un cambio en la dirección del país. Votaron por un cambio en la identidad de los pilotos y por algunos nuevos énfasis en prioridades.
Al defender posiciones moderadas y centrar sus críticas en la falta de premura para realizar nuevas reformas, Piñera supo dotar a su oferta electoral de una exitosa mezcla de cambio y continuidad. Naturalmente, el hecho que la Concertación presentara como candidato al expresidente Frei (que exitosamente gobernó entre 1994 y 2000) ayudó a Piñera a apropiarse del mensaje de cambio. La candidatura independiente del diputado Marco Enríquez-Ominami, que renunció al Partido Socialista (donde también milita Bachelet) cobró fuerza precisamente por la imagen del joven diputado, de 35 años, con un pasado de cineasta y estilo de estrella televisiva, cercano y directo. Pero así como Frei fue más continuidad que cambio, Enríquez-Ominami fue demasiado cambio y poca continuidad. Al final, aunque la suma de votos de Frei (29%) y Enríquez-Ominami (20%) fue superior a lo que logró Piñera (46%), la incapacidad de la Concertación para combinar una mezcla adecuada de cambio y continuidad permitió la victoria del candidato de derecha.
En 2005, cuando el electorado estaba igualmente satisfecho con la dirección en la que iba el país pero quería nuevos liderazgos, la candidata concertacionista Michelle Bachelet supo ofrecer la mezcla perfecta de continuidad y cambio. Muchos dicen que la Concertación perdió la elección en 2009, y no que Piñera la ganó.
Desde que asumió el poder, diez días después de un devastador terremoto, Piñera ha mantenido su estrategia de gobernar con posturas moderadas y mantener lo bueno de la Concertación. Sus críticos de la derecha extrema lo acusan de haberse convertido en el quinto presidente de la Concertación, por sus políticas amigables con el mercado y por mantener los programas sociales de sus predecesores. Pero Piñera entiende que no ganó para dar un golpe de timón, sino para hacer algunos ajustes y renovar el liderazgo después de dos décadas de gobiernos concertacionistas.
Al asumir el poder, Piñera fue criticado por centrar su prioridad en un proyecto que carecía de una mejor gestión gubernamental.
La lentitud en la reconstrucción de las zonas afectadas por el terremoto también puso en duda la capacidad de su gobierno para demostrar que era capaz de tener una mejor gestión. Pero el exitoso rescate de los mineros le ha permitido a Piñera generar una narrativa exitosa que, desde la moderación y el continuismo con las políticas adoptadas por los presidentes centroizquierdistas que le precedieron, le da un sello propio y distinto al primer Gobierno derechista en Chile en 20 años.
* Patricio Navia, profesor de Estudios globales en el