Periódicamente se han estado publicando diversos comentarios de profesionales y expertos sobre “la falta de legislación y los medicamentos genéricos”, así como sobre la “torpeza de suspender indefinidamente las investigaciones clínicas con medicamentos, vacunas y, en general, productos biológicos, que a través de la historia han marcado una ruta de mejor salud para todos”.
El último comentario sobre la materia se publicó el sábado pasado, firmado por el Dr. Eduardo Brilla Salazar, microbiólogo, miembro de la junta directiva de la Asociación Costarricense de Investigación en Salud Humana, que, como los anteriores, podría resultar vano. Hay gente –en este caso dos diputados– empeñados en salirse con la suya, esto es, en imponer sus intereses, de cualquier género, sobre el bien común. Confieso que me apena, por respeto a los lectores, insistir sobre este tema. Lo hago, sin embargo, convencido de que, si en nuestro país no se insiste, hasta el cansancio, en revivir las cuestiones capitales o vitales –y esta lo es en grado sumo– todo queda enterrado.
Nuestro país pierde recursos económicos y científicos sin medida, y un tiempo –el mejor tesoro– invaluable en “traer a cuentas a quienes por ignorancia o irresponsabilidad han atentado contra la salud de los costarricenses” en contra aun de compromisos internacionales sobre los derechos económicos, sociales y culturales, que “obligan al Estado a velar por el desarrollo de la salud”. Así, dice este profesional: “quienes provocaron el vacío legal en las investigaciones biomédicas no previeron situaciones básicas en el sistema público de salud, originando una situación que podría llegar a ser caótica”.
En estas condiciones, “la memoria política de los costarricenses –dice el Dr. Brilla Salazar– no debiera olvidar a quienes a nivel legislativo repetidamente han entorpecido con decenas de mociones reiterativas el avance de un proyecto vital para el país, apoyado por una mayoría de diputados” y numerosos científicos y profesionales.
La mayoría de los comentarios en este campo hablan en el mismo tono. Todos sientan en el banquillo de los acusados a dos diputados, líderes de este negativismo, carentes de razones convincentes. Esta prepotencia ya le ha causado grandes daños al país en el orden legislativo, al punto que, en este proyecto de ley, ni siquiera han reparado sus actores y autores en atacar la salud del pueblo, basados en un reglamento legislativo inicuo.
Con estas poses perversas sufren el sistema democrático, que debería obligar a votar los proyectos de ley en un plazo razonable; la razón misma, que reprueba el desatino, y la justicia, que obliga a dar a cada uno lo suyo, máxime en el campo de los valores esenciales, como la vida y la salud humana.