Los venezolanos concurren hoy a las urnas para escoger al presidente de su país. La convocatoria para estos comicios deriva del fallecimiento de Hugo Chávez. Electo para ese cargo en 1998, y reelegido después, Chávez tenía 14 años de regir el destino de Venezuela.
Los procesos electorales permiten, en las democracias, expresar el sentido cívico de la ciudadanía en torno a la conducción de su país durante un período previsto en la Constitución y las leyes. Hay naciones que permiten la reelección de sus mandatarios, y otras que no.
En cualquier caso, el escogimiento pluralista sería la clave. Por eso, realizar comicios viciados mediante procedimientos o mecanismos ajenos a la democracia, desquicia la aritmética formulada en la Carta Fundamental. Hacemos este señalamiento debido a los reiterados casos de violación constitucional generados en Venezuela.
La historia reciente de Venezuela recibió el fuerte impacto de Chávez y sus organizaciones afines, crecientemente dirigidas a fomentar un orden político y social acorde con la radicalización del mandatario.
Asimismo, los cambios en la política exterior venezolana reflejan la orientación de Chávez y la expansión de su credo. En los últimos años, el mandatario venezolano abrió espacios para radicales de múltiples tipos, cabecillas del narcotráfico, predicadores del islamismo absolutista y una diplomacia de alto riesgo.
El timón financiero global provisto por PDVESA, la industria petrolera venezolana, ha sido parte fundamental del mapa de intereses de Chávez y el clientelismo en que basó su poder. Este horizonte ha incluido, primeramente y en el plano doméstico, las innumerables facciones de su movimiento político y los ramales sociales erigidos por dirigentes locales amigos. PDVESA también ha sido fuente para las aventuras externas del mandatario.
Tampoco se podría disimular a las Fuerzas Armadas como factor de suma importancia en el diseño chavista. Hay lazos personales, económicos y políticos con figuras prominentes del escalafón castrense venezolano, ahora poseedoras de una poderosa influencia en los programas internos y externos alentados por Chávez.
PDVESA, la raíz financiera de esa vastísima red programática, últimamente ha mostrado dificultades para alimentar las demandas crecientes sobre sus recursos. Eso ha obligado a garantizar adelantos mediante gravámenes sobre recursos petroleros no desarrollados. China es la principal fuente para esta clase de operaciones financieras.
Quien logre ganar la Presidencia en los comicios de hoy, deberá encarar la complicada situación económica del país. Las dimensiones de este desafío suponemos que han sido cuantificadas, y ambos candidatos, Nicolás Maduro y Henrique Capriles, saben lo que les espera.
A este respecto, despachos internacionales apuntan a un inminente “colapso económico y posible estallido social” en Venezuela. Las cifras son demoledoras. La inflación podría llegar este año al 33%, y la caída del PIB a más del 4 %. El economista venezolano José Toro Hardy anticipa una guerra interna del chavismo al encarar “el mayor fracaso que puede tener una nación”. En particular, algunos analistas señalan que la protesta social ya toma forma por el descontento entre sectores chavistas y opositores. En este sentido, un despacho del Wall Street Journal proclama el alto riesgo de que la escasez de alimentos genere choques sociales.
Finalmente, prevalece la opinión de que Maduro no da la talla, pero también hay dudas sobre Capriles. Con todo, una corriente sostiene que Capriles ha logrado una ventaja debido al flojo desempeño de Maduro.
Las opiniones se multiplican, pero sí surge una coincidencia en que Chávez ha dejado un inmenso vacío en el campo de batalla por la elección. Lo que resulta indudable es la magnitud del riesgo regional que asoma alimentado por la crisis venezolana.