La reciente ola de inseguridad que amenaza el Caribe sur pone en riesgo una de las zonas más ricas del país por su diversidad escénica, ecológica y cultural. Al mismo tiempo, es una de las regiones más vulnerables y con un bajo índice de desarrollo social, que no solo arrastra un rezago histórico en infraestructura, sino importantes desafíos en creación de empleo y escolaridad.
Este patrón no es exclusivo del Atlántico, sino característico de otras áreas costeras y limítrofes sometidas a un crecimiento turístico rápido, pero poco planificado, que presiona sobre los recursos naturales y obliga a las comunidades a adaptarse a un cambio vertiginoso. El Caribe sur es un espacio complejo situado entre el cantón central de Limón, el más violento del país, y Sixaola, en la frontera con Panamá. En este territorio conviven grupos afrodescendientes y poblaciones indígenas con un ecosistema frágil, que se encuentra en el Parque Nacional Cahuita, y el refugio de vida silvestre Gandoca-Manzanillo.
Hasta hace poco, a pesar del desempleo juvenil y la baja escolaridad, la delincuencia se había circunscrito a hurtos menores a turistas y asaltos sin violencia en casas de veraneo, generalmente desocupadas. Esta circunstancia es significativa si se piensa que la región afronta casi un 10% de pobreza extrema y en ella se encuentra Talamanca, uno de los dos cantones de menor desarrollo social en Costa Rica.
Por lo tanto, la aparición de bandas organizadas, como la que atracó el hotel Samasati, en Hone Creek, el 27 de febrero, y retuvo a 18 turistas, representa una criminalidad nueva en poblaciones anteriormente seguras, como Cahuita, Puerto Viejo y Cocles.
Consciente de la transformación en el patrón delincuencial, el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) se apresuró a investigar y capturar a seis sospechosos. A esta organización delictiva se le atribuyen asaltos en tres hoteles, en Costa Rica, y en el almacén Center, en la frontera con Panamá, donde fue asesinada una menor de edad.
Más allá de la acción policíaca, es alentador el anuncio de una política institucional, empresarial y social más amplia. La Cámara de Turismo local, el ministerio de Seguridad Pública y la Municipalidad de Talamanca prometen implementar un sistema de monitoreo electrónico, por medio de cámaras, como respuesta inmediata a la inseguridad. Este plan, de llevarse a cabo con éxito, podría rescatar al Caribe sur de la violencia y evitar a tiempo que pierda su imagen de paraíso exótico, pero tranquilo.
Esta cooperación, con un decisivo componente comunitario, se explica en parte porque el modelo de gestión turística del Caribe sur es diferente al de Guanacaste y el Pacífico central. El modelo caribeño no se basa en grandes hoteles y franquicias de restaurantes, sino en una diversidad de pequeños y medianos negocios y empresas hoteleras, muchas de ellas familiares, con fuerte arraigo popular, que se encargan de protegerse entre sí.
Al mismo tiempo, la región ha apostado por el desarrollo sostenible, el turismo ecológico y la agricultura orgánica, que también benefician a los pequeños empresarios. Son muchos los que encuentran sustento en el turismo y, de la misma manera, serían muchos los perjudicados si disminuye.
Esto hace que los habitantes estén directamente involucrados en devolverle la confianza a sus comunidades.
Con todo, subsisten problemas sociales de fondo, como la creación de empleos de calidad, que les permitan a los jóvenes incorporarse al crecimiento turístico y atacar la desatención estatal en temas esenciales como la infraestructura vial, el agua potable y el tratamiento de desechos sólidos y líquidos, que pone en peligro el arrecife de coral más importante de Costa Rica.