Para culminar un agitado periodo de expectación mundial, el presidente Donald Trump anunció el viernes su decisión de “descertificar” el acuerdo sobre armamentos nucleares con Irán, firmado en el 2015 por su antecesor Barack Obama. El tratado requiere de una certificación presidencial, cada 90 días, del cumplimiento de los compromisos adquiridos por Irán.
Los inspectores han constatado el apego de Teherán al acuerdo, pero la administración estadounidense alega una violación a su “espíritu”, dada la complicidad de Irán con el terrorismo. En campaña, Trump prometió despedazar el tratado en su primer día de gobierno, pero ha emitido dos certificaciones de cumplimiento, y si bien se niega a firmar la tercera, tampoco retiró a los Estados Unidos del convenio.
La negativa a certificar el cumplimiento remite el tratado al Congreso, cuyos integrantes deben decidir si retoman las sanciones económicas impuestas a Teherán antes de suscribir el pacto. En ese caso, el convenio se vendría al suelo. Trump expresó su esperanza de obtener de los legisladores una propuesta de enmienda para establecer mecanismos de sanción automáticos si se cumplen determinadas condiciones, como la recolección de inteligencia suficiente para creer que Irán está a un año de desarrollar una arma nuclear.
El acuerdo del Congreso parece improbable, dada la oposición demócrata a deshacer lo que considera un logro de la administración Obama. Por otra parte, el mandatario espera la cooperación de los demás firmantes del tratado: Gran Bretaña, Francia, Alemania, Rusia y China. Sin embargo, Irán ha sido enfático en su rechazo a una modificación y los aliados europeos reaccionaron a las últimas noticias de Washington con disgusto. En un inusual comunicado conjunto, los gobernantes de Francia, Gran Bretaña y Alemania rechazaron el debilitamiento del convenio y enfatizaron su importancia para la paz mundial. Moscú y Pekín también han expresado su desacuerdo.
En esas circunstancias, resulta más preocupante la advertencia del presidente estadounidense en su alocución del viernes, cuando dijo que de no plasmarse un acuerdo de enmienda con el Congreso y las otras potencias, Estados Unidos se retiraría del pacto.
Durante la campaña presidencial del 2016, el entonces candidato republicano no cesó de condenar el acuerdo como un terrible desacierto, “el peor” en la historia de la nación. El viernes, advirtió que entre más se ignore un peligro, más nocivo se torna. Por ello, dijo haber ordenado una revisión estratégica de la política hacia Irán. Con base en ella, agregó, tomará otros pasos para enfrentar la hostilidad del régimen iraní y asegurar que nunca adquiera armas nucleares.
El mandatario describió como miope e insuficiente el acuerdo de Obama, pero solo consiguió aplausos de los gobiernos de Israel y Arabia Saudita, irremediablemente enfrentados con Irán. En Israel, sin embargo, las opiniones están divididas y el ex primer ministro y exministro de Defensa Ehud Barak, reconocido por su línea dura frente a Irán, llamó a no abandonar el acuerdo. Lo mismo hizo, en Estados Unidos, Condoleezza Rice, secretaria de Estado en la administración republicana del presidente Bush.
Las voces a favor de mantener el acuerdo también se escuchan al interior de la Casa Blanca. El secretario de Estado, Rex Tillerson, y el de Defensa, Jim Mattis, un experimentado militar, estuvieron entre los defensores del acuerdo durante el prolongado debate que culminó el viernes con la decisión del mandatario.
Mientras el Congreso analiza el caso, el acuerdo permanecerá en una peligrosa cuerda floja. El mandatario, si bien no lo hizo trizas, como prometió en campaña, podrá venderle a su base la idea de que rehusó certificarlo. Pasados 60 días sin acción legislativa, el tratado podría quedar sin efecto y las sanciones económicas contra Irán serían restablecidas.
En ese caso, Irán quedaría en libertad de retomar el enriquecimiento de uranio y, temen muchos expertos, se desataría una carrera armamentista nuclear ante la pérdida de credibilidad de los esfuerzos contra la proliferación. Después del discurso del viernes, hay mucho en juego.