EscucharLas perspectivas de las principales variables macroeconómicas –crecimiento, inflación, tasas de interés, tipo de cambio, sistema financiero, pobreza y desempleo– se verán afectadas por la política económica costarricense y otras variables externas, como la recuperación mundial, alzas en los precios de las materias primas, políticas de la Fed, apreciación del dólar y flujos de capital. Estas últimas fueron analizadas en un editorial anterior; hoy veremos el perfil de la economía nacional en el 2017.
k PIB. En el crecimiento de la producción, pareciera que no habrá sorpresas. Varios pronósticos públicos y privados ubican la tasa de crecimiento alrededor del 4% en el 2017, ligeramente inferior al crecimiento potencial en ausencia de reformas estructurales (4,5%). Algunas firmas consultoras, como Aldesa, la estiman en un 4%; Acobo, en un 4,4%; Ecoanálisis, ligeramente por debajo del 4%; y el Banco Central (programa macroeconómico), en un 4,1%. Todos los sectores experimentarán crecimientos positivo, unos más (banca y seguros, actividades profesionales); otros menos (agricultura, construcción), pero ninguno se quedará rezagado. Las exportaciones crecerían cerca de un 7% según el BCCR. Esa mayor oferta de bienes y servicios tendrá un efecto positivo para evitar alzas elevadas en los precios, pero será insuficiente para reducir significativamente el desempleo.
k Inflación. En esta variable, la política monetaria ha venido marcando el derrotero, pero otros factores internos y externos también han incidido en los resultados finales. En el 2016, la variación de los precios al consumidor (IPC) se ubicó por debajo de la meta (3% ± 1 p.p.) para alcanzar solamente un porcentaje alrededor del 0,7%. La baja en los precios del petróleo y materias primas registrada en la primera parte del año, menores precios regulados en Costa Rica y la estabilidad cambiaria ubicaron la tasa de variación por debajo de la meta, pero las cosas comenzaron a variar en la segunda parte del año.
Para el 2017 se perfila una tendencia al alza, motivada por mayores precios de los combustibles, ajustes en el valor del colón y cambios en las expectativas. Las proyecciones de las firmas consultoras tampoco difieren mucho: Aldesa ubica la inflación interanual en un 2%; Acobo y Prival Bank son un poco más pesimistas y la fijan en un 3,5% y un 3,6%, respectivamente; el BCCR decidió mantener la misma meta del año pasado (3% ± 1 p.p.), pero es muy posible que en la realidad se ubique más cerca del rango inferior (2%). Si tendiera a excederse, no se podrían descartar ajustes en las tasas de interés, particularmente en la tasa de política monetaria (TPM), que se ha quedado rezagada desde hace un año. En ese contexto, el reto principal de las autoridades es mantener controlada la inflación para no afectar los salarios reales, la pobreza ni la planilla del Gobierno Central.
k Crédito y tasas de interés. A mediados de diciembre del año pasado, alertamos sobre el impacto del ajuste decretado por la Fed en las tasas de interés costarricenses y previmos nuevos ajustes en el 2017. Esa parece ser la tónica y el consenso del mercado. Todo parece indicar que las tasas activas y pasivas subirán moderadamente. La baja inflación y las expectativas cambiarias relativamente controladas no auguran incrementos pronunciados. Sin embargo, hay nuevos retos: menor financiamiento externo para el Gobierno presionaría el mercado local, al igual que los ajustes en el mercado financiero internacional por parte de la Fed en respuesta a la mayor inflación (cercana al 2% anual) y la eventual presión fiscal que podría imponer la nueva administración en EE. UU.
El programa macroeconómico del BCCR no contempla ninguna meta ni proyección en las tasas de interés (es una variable de ajuste) pero ha dejado claro que estaría dispuesto a actuar ajustando su TPM, encajes y otros instrumentos, si la inflación tendiera a exceder el límite superior (4%). Es un mensaje para las empresas y otros agentes económicos, que deberían ajustar sus presupuestos de endeudamiento y amortización de obligaciones con una estimación ligeramente mayor a la registrada en el 2016.
El crédito al sector privado sufrirá variantes importantes que, posiblemente, lo encarecerán un poco: regulaciones más estrictas para el financiamiento a los no generadores de divisas para evitar riesgos al sistema financiero como un todo. Sin embargo, el programa macroeconómico contempla una expansión del crédito al sector privado en colones de un 11,2% en el 2017 y del 3,4% en dólares. En total, el financiamiento para la producción rondaría el 8%, suficiente para financiar una producción que crecería a la mitad de esa tasa, sin generar presiones inflacionarias.
k Tipo de cambio. Sobre la evolución de esta variable trascendental, el acuerdo entre economistas, consultores y Banco Central es menor. Para unos, se acabó la estabilidad cambiaria del 2015-2016; para otros, debería haber ajustes más pronunciados. Nosotros pensamos que sí habrá ajustes, pero moderados, motivados principalmente por posibles modificaciones adicionales en el precio de los combustibles, menor financiamiento externo del déficit fiscal, un eventual menor flujo de capitales externos debido al alza en las tasas internacionales de interés y, quizás, por eventuales reducciones de impuestos en los EE. UU. que harían más atractiva la inversión en ese país. Son retos a los que se enfrentarán las autoridades nacionales y a los que habremos de dar seguimiento.
El Banco Central tampoco fija metas cambiarias en su programa macroeconómico (al igual que las tasas de interés, es una variable de ajuste de la balanza de pagos). Ha dicho reiteradamente que intervendrá en el mercado cambiario únicamente para contrarrestar oscilaciones violentas y, también, para estabilizar el impacto de las operaciones del sector público no financiero, pero sin afectar la tendencia del mercado. Desde nuestro punto de vista, y el de muchos otros en el mercado, el principal reto es que el BCCR cumpla su propia política cambiaria. Será clave dar seguimiento a la evolución de las reservas.
k Déficit fiscal. Es, sin ninguna duda, el principal reto económico para el 2017 y, también, la principal nebulosa. Hacienda y el Banco Central lo estiman en un porcentaje cercano al 5,9% del PIB, en ausencia de una reforma tributaria. Eso impondría presión en las tasas de interés e incrementaría peligrosamente la deuda pública, para acechar el 50% del PIB. Sin una reforma fiscal integral –muy lejana en un año preelectoral– se complicaría la situación para el 2018. El Fondo Monetario Internacional, en su último informe elaborado en diciembre pasado, lo resumió acertadamente así: “En efecto, el ajuste fiscal adicional que todavía es necesario para estabilizar la razón deuda/PIB a mediano plazo en niveles que se consideran seguros y, a la vez, permitir mayor inversión pública, clave para el crecimiento potencial, permanece elevado, alrededor de 2,5-3 por ciento del PIB”. Como se puede apreciar, la tarea está pendiente casi en su totalidad.
