Las manifestaciones públicas de los “indignados”, en Brasil, parecen haber adquirido una dinámica autónoma de las acciones del Gobierno y el Parlamento destinadas a aplacar a las masas de ciudadanos que mantienen pujantes sus protestas en las principales ciudades de ese país.
El movimiento popular empezó hace tres semanas a raíz del alza en las tarifas del transporte público. Su inicio fue pequeño en números, como una reacción de estudiantes y ciudadanos ante el contraste entre la descuidada y decadente infraestructura estatal y los caudales millonarios invertidos en estadios y otras obras para el mundial de fútbol que pronto habrá de celebrarse.
La presidenta Dilma Rousseff promovió de inmediato la revocatoria del incremento en las tarifas que disparó la ira popular. Actuó en forma prudente para tranquilizar a los manifestantes, transformados ya en los indignados que por miles se habían volcado a la calle.
Las actuaciones de Rousseff se multiplicaron de cara a la expansión de las masas en las calles. Varios discursos anunciando medidas exigidas por los indignados pasaron inadvertidos para las megaconcentraciones cívicas.
Entre los pasos anunciados por la presidenta destacan la asignación del total de las regalías petroleras a la educación, aumentos significativos en la inversión para mejorar el transporte y otros servicios públicos, como la salud, y un novedoso abanico de nuevos cometidos para la Presidencia y otros despachos.
Adicionalmente, la mandataria nombró una comisión de ministros para colaborar con los pasos necesarios para responder a la situación de emergencia nacional. También trató de iniciar un diálogo con los dirigentes de los manifestantes, paso difícil porque no hay un liderazgo formal establecido por los quejosos.
En la última semana, la ira popular se volcó contra el Congreso bicameral, conocido refugio de políticos cuestionados. Publicitar el catálogo de fechorías que están siendo amparadas por los escudos constitucionales del Poder Legislativo sería una tarea inacabable.
Como bien señala el diario argentino La Nación ,“en las marchas que sacudieron al país en las últimas semanas, los manifestantes condenaron la corrupción política y exigieron mejores servicios públicos. Rousseff, entonces, propuso una profunda reforma política a través de un plebiscito y una asamblea constituyente, mayores inversiones en salud, educación y transportes, y un acuerdo de responsabilidad fiscal para combatir la inflación.”
La idea de la asamblea constituyente fue rápidamente desechada debido a un rechazo generalizado, además de su altísimo costo. Sin embargo, el Gobierno ha insistido en el plebiscito y esperaba plasmar un consenso político para completar el trámite en esta próxima semana. No obstante, hay resistencia en algunos frentes políticos, por lo que será necesario esperar.
Entre tanto, las manifestaciones continuaron por todo el país. Las autoridades se preocupan, particularmente, por la manifestación convocada para hoy domingo, frente al estadio Maracaná de Río, donde Brasil y España disputarán la final de la Copa de las Confederaciones.
Es innegable que la pugna entre los manifestantes y la presidenta Rousseff dista de perfilar una resolución a corto plazo. La asistencia a las protestas sí ha descendido, pero así ocurrió en el pasado reciente y pronto se revirtió la tendencia. Posiblemente, la categoría histórica y anímica del Maracaná habrá de influir en el ánimo de la concurrencia. Ojalá las reminiscencias influyan positivamente en el ánimo de los manifestantes y también de los hinchas de la selección brasileña para que la tranquilidad prevalezca, por el bien de Brasil.