Tres noticias reveladas por La Nación la semana pasada provocan una reflexión: la tasa de variación en los precios al consumidor se ubica en uno de los niveles más bajos de las últimas décadas; el crecimiento de la producción, medido por el índice mensual de actividad económica (IMAE), se expande por sexto mes consecutivo, pero el desempleo abierto apenas disminuye levemente con una menor fuerza laboral. ¿Qué está pasando en la economía nacional?
k Inflación. Tomadas aisladamente, dos de las variables mencionadas muestran una tendencia saludable. La tasa de inflación, medida por la variación del índice de precios al consumidor (IPC), registró una disminución de un -0,28% en octubre pasado y alcanzó un cifra negativa en el último año (-0,78%). Esa tasa negativa interanual se mantuvo inalterada frente a la registrada en setiembre (-0,78%) lo que, aunado a las previsiones señaladas por el Banco Central y su eventual meta de inflación para el año entrante, que probablemente será reducida de un 4% a un 3% (más o menos un 1%), señalan que la tendencia negativa ha dejado de profundizarse y los precios probablemente comenzarán a subir levemente en los próximos meses, una vez estabilizados los precios de los combustibles.
Las expectativas, sin embargo, son que la inflación se estabilizará alrededor de un 2% en el 2016, más cercana al límite inferior de las nuevas metas de variación de precios al consumidor, tal como ha señalado el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El país se encuentra en una buena posición para consolidar la baja inflación. Habrá retos, desde luego, como bien ha advertido el presidente ejecutivo del Banco Central. Uno de ellos es acomodar la política monetaria a la coyuntura actual de bajo crecimiento económico (brecha del producto) que requiere flexibilizar la tasa de expansión de la liquidez y el crédito y reducir las tasas de interés para estimular la demanda de consumo e inversión. Pero cuando la economía se recupere plenamente, la política monetaria tendrá que volver a la normalidad.
El otro reto tiene que ver con la política fiscal, sobre todo en el sector descentralizado. La baja inflación requiere que los ajustes de precios públicos y tarifas se estabilicen controlando los gastos para no presionar el IPC, que refleja esos ajustes en su medición mensual. De las instituciones públicas y la Aresep depende la estabilidad de los precios regulados.
k PIB. La producción nacional se está recuperando. El IMAE viene creciendo despacio, pero constantemente desde hace seis meses, hasta alcanzar un 2,56% en la última medición (3,02% si se excluyen las empresas de zonas francas). Este crecimiento aún no llega al promedio histórico de los últimos cinco años (4,36%) pero las expectativas del Banco Central son de un 4% real en el 2016, ayudado, en parte, por una modesta recuperación de la economía mundial y de nuestras exportaciones. Y aunque quizás en el 2016 no llegue a la cifra porcentual calculada, ciertamente será superior al estimado para este año, alrededor de un 2,8%, muy por debajo del promedio histórico, e insuficiente para disminuir significativamente la tasa de desempleo abierto.
Hay sectores productivos que ya muestran una tendencia positiva, pero otros continúan rezagados. La industria manufacturera, que había mostrado tasas decrecientes por el impacto de la salida de Intel, ya viene de regreso. En setiembre, aumentó un 0,69% respecto al mismo mes del año anterior, luego de nueve meses continuos de caer. El comercio, por su parte, es el segundo indicador en importancia y viene registrando también una aceleración desde junio pasado. En setiembre, su variación interanual respecto al mismo mes del año anterior fue del 3,74%, más cercano al promedio histórico. Los servicios, particularmente de carácter financiero y bancario, también reflejan tasas de expansión vigorosas. Pero la agricultura, uno de los sectores más sensibles y consentidos políticamente, no logra aún sobrepasar su estancamiento. Sigue decreciendo, aunque a una tasa menor (-3,61% en julio frente al -3,21% en setiembre).
k Empleo. La producción privada crece, pero no lo suficiente; el desempleo disminuye, pero no lo suficiente. Es necesario intensificar la tendencia en cada una de esas variables interrelacionadas para mejorar las condiciones económicas y sociales de los trabajadores costarricenses.
Según la encuesta continua de empleo del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), el desempleo bajó de un 10% de la fuerza laboral en el tercer trimestre del 2014 a un 9,2% en setiembre de este año. Todos quisiéramos ver cifras mejores, particularmente el Gobierno, que tiene una gran presión para mejorarlo. Eso explica, entre otras cosas, la adopción del Plan Impulso para reducir las tasas de interés y promover el consumo y la inversión, que es un paso en la dirección correcta, aunque insuficiente.
En un país como el nuestro, con hartas limitaciones fiscales para impulsar la creación de nuevos puestos de trabajo en el sector público, la política de empleo debe circunscribirse a las posibilidades de expansión y nuevas contrataciones del sector privado. El entorno, sin embargo, sigue siendo adverso. El clima para hacer negocios mejora muy lentamente; la inversión pública en infraestructura no levanta; hay poca flexibilidad laboral; las tasas de interés, a pesar de haber descendido en las últimas semanas (la básica pasiva bajó al 6% la semana pasada), aún se mantienen elevadas en términos reales, sobre todo las activas, que son las que más inciden en el costo de los recursos, a pesar de la baja inflación; y tampoco se ha continuado el proceso de reforma estructural emprendido hace unos años para mejorar la asignación de recursos y aumentar la competitividad de la economía costarricense. Si además se agregan las posibilidades de un aumento en la carga tributaria, disminuiría el ahorro privado y se afectarían el consumo y la inversión, sobre todo a corto plazo.
No en vano ha aumentado la informalidad (2,9 puntos porcentuales), que actualmente representa 942.000 trabajadores, casi la mitad del empleo formal (46%).
Por ello no se debe cantar victoria con esta modesta disminución del desempleo. El reto sigue siendo formidable.