Los costarricenses debemos sentirnos complacidos y orgullosos de que, a lo largo de varias décadas, nuestro país haya logrado definir una verdadera política exterior de Estado, asentada en sólidos principios y reflejo de realidades tangibles de nuestra vida nacional. Durante su discurso, el pasado miércoles, ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente, Luis Guillermo Solís, reiteró el apego de su administración a las líneas centrales de esa política, y planteó algunas otras aspiraciones que calzan con ella.
Nuestra interacción con el mundo está orientada, esencialmente, hacia cuatro grandes objetivos: la búsqueda de la paz y el desarme; la promoción de los derechos humanos, la democracia y el Estado de derecho; la creación de condiciones propicias para el desarrollo y la sostenibilidad, incluyendo el continuado apoyo de la comunidad internacional a los países de ingreso medio que –como Costa Rica– han avanzado gracias a sus buenas prácticas, y el respaldo a un sistema multilateral robusto, representativo, eficaz y basado en reglas. A esto debió añadirse, durante el pasado cuatrienio, una activa defensa de nuestra integridad territorial, en dos sentidos: respuesta a las agresiones de Nicaragua, y gran atención a nuestros límites marítimos y plataforma continental.
Todas las aspiraciones mencionadas tienen un carácter universal y, a la vez, coinciden plenamente con los intereses nacionales y con valores enraizados en nuestra identidad: un país pequeño, democrático, desarmado y pacífico como Costa Rica depende de un sistema internacional eficaz y respetuoso para su desarrollo y su seguridad. Por eso, nuestra política exterior, a diferencia de muchos países, no es un ejercicio escenográfico de simulación, sino un reflejo genuino de lo que somos como sociedad. De ahí, en gran medida, su estabilidad, confiabilidad y el respeto que ha logrado ganarse durante años. Hoy, Costa Rica goza de un gran reconocimiento, bilateral y multilateral.
La política exterior de Estado, reiterada por el presidente durante su discurso, se manifiesta en posturas como la oposición total a las armas nucleares; el apoyo irrestricto a la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional; el compromiso con el Consejo de Derechos Humanos y los órganos que velan por los tratados en la materia; el liderazgo en la iniciativa, negociaciones, aprobación, el año pasado, y puesta en marcha del Tratado sobre Comercio de Armas, impulsado en su oportunidad por el expresidente Óscar Arias; el rechazo a que el veto de que disponen China, Estados Unidos, Francia, el Reino Unido y Rusia en el Consejo de Seguridad sea usado para paralizar la acción en situaciones donde se producen violaciones masivas a los derechos humanos, y el impulso a una agenda mundial de desarrollo sostenible que defina un adecuado conjunto de objetivos y los medios para alcanzarlos. Todas estas líneas, en marcha desde hace años y aceleradas durante la anterior Administración, es necesario continuarlas.
Una de las convicciones más relevantes que activan a nuestra política exterior desde hace décadas, y que está respaldada por abundante evidencia histórica, es la existencia de nexos insoslayables –para bien o para mal– entre las condiciones de los países y los avances o crisis internacionales. El presidente Solís la expuso en estos términos, al referirse a las crisis que hoy golpean al mundo: “Los conflictos que nos abruman suelen surgir de situaciones de fragilidad del Estado y de sus instituciones, pobreza extrema, corrupción e impunidad. En todos ellos se han producido agravios a los derechos humanos”.
Solís también llamó, acertadamente, a que la denominada Agenda de Desarrollo Sostenible post-2015, que se discute en el seno de la ONU, tenga metas claras y esté orientada a la acción. Propuso, además, que sea producto de un amplio consenso internacional, en el que no solo participen los Estados, sino también otros actores internacionales y la sociedad civil, y que está asentada en la buena gobernanza. Esperamos que la participación de Costa Rica en el complejo proceso para definir tal agenda continúe sobre esas bases.
El día anterior, al dirigirse a la Cumbre sobre Cambio Climático, Solís reafirmó el compromiso de que Costa Rica sea un país “carbono neutral” en el 2021. Es una meta que apoyamos plenamente, pero que solo podrá alcanzarse con claro compromiso, meticuloso planeamiento y acciones concertadas y oportunas. Entre las medidas para avanzar en tal sentido, el presidente prometió impulsar “la creación de una red de transporte articulada que incluirá un sistema ferroviario eléctrico complementado con un nuevo sistema de servicio de autobuses que utilizarán solamente biocombustibles”. Esperamos que los planes, en esta y otras iniciativas relacionadas con la meta general, ya estén avanzados y debidamente sustentados legal, técnica y financieramente. De lo contrario, podremos fallar en alcanzarla y uno de los efectos será debilitar nuestra proyección internacional.