Bancrédito ha llegado a un punto de crisis por sus propios medios y pese a repetidos esfuerzos gubernamentales para mantenerlo a flote. En un año, informó La Nación, las operaciones caídas en mora se cuadruplicaron. En el 2015 hubo 60. En el 2016, otros 244 préstamos ingresaron a la lista.
El banco se vio obligado a incrementar un 21% las reservas destinadas a enfrentar los créditos malos. El 2006 cerró con ¢9.412 millones en reserva y 2.131 operaciones de categoría E, la peor en la clasificación bancaria porque corresponde a clientes que dejaron de pagar. Es dinero en riesgo y pertenece a los costarricenses.
Un informe de auditoría reveló, también, la concentración del 16% de los recursos prestados en manos de once clientes, lo cual incrementa el riesgo. Para ilustrar el punto, basta con recordar que el año pasado tres operaciones fallidas contribuyeron en mucho a crear la crisis actual.
Los morosos representan el 10% de las operaciones y tienen créditos por ¢21.862 millones. Esa realidad se conoce gracias a la revisión de la Superintendencia General de Entidades Financieras (Sugef) que el año pasado obligó a Bancrédito a recalificar a varios clientes y hacer reservas para enfrentar sus incumplimientos.
El tipo de deterioro observado en Bancrédito “llama la atención porque tiene un efecto en el resultado de la entidad”, afirma el superintendente Javier Cascante. En relación con el año anterior, las utilidades de Bancrédito bajaron un 81% y la entidad se ha visto en apuros para no reportar pérdidas en seis meses a lo largo de un año, con lo cual caería en grado de irregularidad 2, según la normativa de la Sugef.
Bancrédito ha conseguido sobrevivir gracias a funciones exclusivas concedidas por el gobierno, como la recaudación del impuesto sobre la renta, la venta de timbres y especies fiscales, la administración del Financiamiento Nacional para el Desarrollo (Finade) y el cobro del impuesto de salida, ahora incluido en los boletos aéreos.
La operación propiamente bancaria es poco importante y, a juzgar por el informe de auditoría, no ha sido bien manejada. La necesidad de capitalizar el banco en $17,5 millones a finales del 2008, sin que existiera un plan de negocios para evitar la situación actual, ya presagiaba la proximidad de un momento decisivo.
A pesar de eso, a estas alturas el gobierno no se rinde y prefiere correr los riesgos relacionados con la subsistencia de la entidad financiera. Mariano Segura, del Consejo Presidencial Económico, dice estar trabajando en conjunto con Bancrédito para mitigar las vulnerabilidades y explotar las fortalezas a mediano y largo plazo. Las vulnerabilidades son claras, pero las fortalezas no tanto.
El Banco de Costa Rica renovó sus salvadores depósitos en Bancrédito por solo un mes y dio instrucciones a su gerente de no extender la inversión salvo la presentación de un plan convincente que ofrezca las seguridades necesarias. La atribulada entidad financiera planteó un programa para reducir el costo de su planilla y limitar los grandes créditos con el fin de moderar el riesgo. La venta de tres propiedades por ¢6.000 millones financiará el proyecto de movilidad voluntaria para ahorrar entre ¢2.500 millones y ¢3.000 millones anuales en la planilla.
La credibilidad de Bancrédito en cuanto a su capacidad de reforma está comprometida pero, más allá de eso, ninguna de las partes empeñadas en prolongar su existencia como banco estatal la ha justificado de manera convincente en el marco de un sistema público orientado por la eficiencia y el cumplimiento de objetivos definidos.