El misterio en torno a un cuantioso transporte de armamento, escondido bajo 10.000 toneladas de azúcar cubano en las bodegas de un viejo navío norcoreano, no termina de aclararse.
Resulta que, a finales de junio último, una delegación militar de Pionyang visitó Cuba y convino con el alto mando de la Isla un negocio de armas y azúcar. Según el relato de los dos Gobiernos, se trataba de reparar y mejorar en Corea del Norte unas armas obsoletas de Cuba. El azúcar, dijeron ambos, era el pago por dichos trabajos.
El asunto, sin embargo, no ha lucido tan inocente. Hace una semana, el barco del cuento se aprestaba a cruzar el canal de Panamá. Antes de proseguir por esa vía, y con resoluciones judiciales en mano, las autoridades panameñas registraron la embarcación y, ocultas debajo del azúcar, encontraron 240 toneladas de armas.
Ahí había 2 sistemas de misiles tierra-aire completos, 9 misiles adicionales, inventarios considerables de componentes, además de dos cazabombarderos Mig-21 Bis, junto con 15 motores de repuesto. Y esto era solo parte del inventario.
Descubierta la carga, La Habana lanzó a los cuatro vientos su intento de justificación por las armas: “Debemos mantener una capacidad defensiva para preservar la soberanía nacional… Cuba mantiene su cometido a la paz incluyendo el desarme nuclear y la ley internacional”.
En cuanto al navío norcoreano, sus 35 oficiales intentaron impedir el acceso de las autoridades para la inspección y obstaculizaron el paso del personal panameño. El capitán intentó suicidarse, posible presagio de lo que le esperaba en su país. En todo caso, el martes por la noche el presidente panameño, Ricardo Martinelli, visitó el carguero, acompañado por una comitiva. La reacción que produjo el recorrido fue descrita así por algunas agencias noticiosas: “Un fuerte olor, mezcla de encierro, humedad, algo de orina y hasta de materia en descomposición, hizo fruncir la nariz a más de un funcionario y periodista”.
A pesar de las lamentaciones, el régimen cubano no puede alegar desconocimiento de las sanciones impuestas por la ONU a Corea del Norte. Precisamente, por la prohibición expresa de ese organismo, las excusas esgrimidas por La Habana carecen de fuerza legal. Más bien, ante ese trasfondo, además de la ley internacional, La Habana ha exhibido malicia y un intento desesperado de engañar a la sociedad mundial, algo parecido a lo que solía hacer Saddam Hussein y otros de su calaña. El cinismo exhibido por los jerarcas cubanos vierte una luz de engaño sobre toda esta operación.
¿Qué seguirá ahora en este proscenio? Hay dos frentes principales en las actuaciones del Gobierno panameño. Por una parte, ha procedido a entablar acciones penales contra los norcoreanos que intentaban burlar las normas penales y civiles de Panamá. Por otra parte, ha promovido acciones de la ONU por el quebranto de sus resoluciones.
En cuanto al personal norcoreano del carguero, el capitán y la tripulación están por ahora detenidos en espera de las decisiones de la justicia nacional. Por su parte, el Comité de Sanciones de la ONU ya anunció el envío de representantes para analizar en detalle el cargamento del navío.
Posteriormente se esperan sanciones tanto contra Corea del Norte como contra Cuba, un desenlace que habrá de penalizar los planes de esos Gobiernos para oxigenar sus sojuzgadas economías. Además, podemos anticipar problemas con los intentos de estos dos Gobiernos por mejorar sus relaciones con el Oeste.
El calamitoso capítulo de las aventuras ilegales de estos dos regímenes totalitarios ha tomado ahora un rumbo francamente penal para subvertir el sistema mundial basado en las leyes y la democracia. Sería de esperar que los gobiernos democráticos que suelen aplaudir a las antidemocracias en los foros globales asuman un papel más consecuente con sus propios valores.
Asimismo, no hay duda de que Panamá ha debido tomar decisiones difíciles en el actual tema de la conjura norcoreano-cubana, pero lo ha hecho de una manera transparente y conforme a las normas de ese país.