El canciller Manuel González conquistó honores al provocar el destemplado ataque de Delcy Rodríguez, su homóloga de Venezuela. Para gloria del ministro de Relaciones Exteriores, y de Costa Rica, la vocera internacional de Nicolás Maduro le llamó “analfabeta político”. Como es usual en los demagogos de su tendencia política, también lo acusó de seguir un guion redactado por Washington.
El canciller González no desaprovechó la oportunidad de disfrutar la distinción y declaró su preferencia por el analfabetismo político frente a la sabiduría desplegada por la dictadura venezolana en materia de prácticas represivas contra un pueblo deseoso de alcanzar la paz y la libertad.
Viniendo del gobierno de Maduro, solo los elogios son insultantes. El cargo de analfabetismo, sea político o de cualquier otra naturaleza, es particularmente extraño en boca de la pintoresca canciller venezolana, representante del inventor del quinto punto cardinal y elocuente contertulio de los pajaritos.
El analfabetismo gobierna a Venezuela desde hace ya demasiados años y las consecuencias están a la vista. La ruina económica, la corrupción y el hartazgo de la población desesperada son pruebas irrefutables de ignorancia y estulticia en la otrora potencia petrolera del continente.
Si la invocación del analfabetismo es suprema ironía cuando la hace la representante de un régimen cuya cabeza entrega “libros y libras” a los colegiales o acusa al expresidente colombiano Álvaro Uribe de estar empantanado “en los tiempos de la Guerra Fría de 1715”, la alusión al supuesto “guion” de nuestro canciller es inexplicable en medio de la trillada arenga pseudoleninista de Rodríguez.
La canciller venezolana se ciñó estrechamente al libreto del castrismo de los años sesenta para culpar a Estados Unidos de todos los males del mundo y acusar a nuestro ministro de seguir el libreto de esa potencia. El sainete no podría ser más hilarante. Cuba, después de todo, fue expulsada de la Organización de Estados Americanos. Venezuela, en cambio, intenta expulsarse a sí misma. La Habana enfrenta un embargo desde hace más de medio siglo, pero Caracas refina su petróleo en los Estados Unidos e interrumpe unilateralmente el comercio con uno de sus principales socios cuando cierra la frontera con Colombia bajo impulso de absurdas teorías de la conspiración.
La “guerra económica” contra el pueblo venezolano es la desatada por su propio gobierno, corrupto hasta el tuétano e indescriptiblemente inepto. Luego de más de setenta muertos en las calles, al régimen también le cabe el calificativo de criminal. La verborrea de la canciller no puede disimularlo.
Pero Costa Rica sí tiene un libreto. Lo ha venido escribiendo a lo largo de décadas un pueblo amante de la paz, refractario a la arbitrariedad, amante de la democracia y profundamente comprometido con los derechos humanos en su territorio, en su vecindario y en el mundo.
De ese libreto leyó el canciller Manuel González cuando dijo: “Costa Rica no puede guardar silencio ante un régimen que restringe el derecho al voto; que mantiene presos políticos; procesa a civiles en tribunales militares; persigue a la oposición y la inhabilita para ejercer cargos públicos; cierra o bloquea las señales de medios de comunicación; acalla y reprime con violencia las voces críticas de periodistas, estudiantes, representantes de la sociedad civil y de defensores de derechos humanos y realiza detenciones arbitrarias”. Amén.