La Junta Directiva del Banco Central de Costa Rica (BCCR) adoptó, la semana pasada, un acuerdo unánime para regular las intervenciones oficiales en el mercado de divisas. En principio, nos parece adecuado a las circunstancias actuales y, desde ahora, le brindamos nuestro apoyo. Pero hay aspectos de este delicado tema que deberían discutirse con mayor profundidad.
La resolución parte de un reconocimiento fundamental de la nueva realidad en la que está inmerso el mercado cambiario, y contempla varias acciones específicas, al igual que algunas prohibiciones, para adaptarse a esa realidad.
El cambio ocurrido en el mercado cambiario tiene varias causas fundamentales, algunas de origen externo. La principal es el efecto que está produciendo la nueva política monetaria del Banco de Reserva Federal (FED, por sus siglas en inglés) en los movimientos de capital y las tasas de interés en los mercados financieros internacionales. Al mermar sus compras de bonos de gobierno y títulos hipotecarios de bancos privados, comienza a disminuir la tasa de expansión de la liquidez y los mercados reaccionan exigiendo mayores tasas de interés, apartándose de inversiones más rentables en países en desarrollo para aprovechar las rentabilidades perfiladas en los Estados Unidos.
Como dijimos en nuestro editorial del lunes anterior, esa nueva realidad ha tenido, y tendrá, un impacto en las cotizaciones del dólar en los mercados cambiarios de muchos de nuestros países, incluyendo el colón costarricense. También señalamos en otra ocasión que instituciones técnicas como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial habían recomendado no controlar artificialmente los tipos de cambio para restablecer la competitividad del sector exportador de bienes y servicios, venida a menos durante el largo período de apreciación cambiaria, y poner atención a la volatilidad que se perfilaba en los mercados cambiarios para evitar problemas en los sistemas financieros más vulnerables. Y eso es, al menos en parte, lo que trata de hacer el BCCR con su más reciente resolución.
El BCCR intervendrá en el mercado cambiario –dice expresamente la resolución- “con el objetivo de atenuar fluctuaciones violentas dentro de un mismo día, pero sin modificar la tendencia del tipo de cambio”. En esas dos normas estriba la esencia de la nueva resolución. Reconoce que estamos en presencia de una nueva tendencia cambiaria que no se puede, ni se debe, reprimir pues es fundamental que el tipo de cambio busque sus nuevos niveles de equilibrio. Anular ese equilibrio cambiario que, a su vez, puede variar de conformidad con los cambios que se vayan presentando en la economía nacional e internacional (los factores denominados “fundamentales” que informan el tipo de cambio), tendría efectos muy serios en el equilibrio macroeconómico del país, particularmente el nivel de reservas que debe cuidar y defender el BCCR.
Es clave –insistimos- dejar que la nueva tendencia se manifieste, y por eso creemos que, al permitirlo, el BCCR estaría actuando con responsabilidad. Malgastar las reservas tratando de defender niveles ajenos al equilibrio, aunque lo exijan ciertos grupos de interés, iría a contrapelo del interés nacional y la responsabilidad personal de los directores. Pero eso no significa, de ninguna manera, que se deban desentender de la otra responsabilidad, consistente en atemperar las fluctuaciones “violentas” que se puedan presentar en el día a día del mercado cambiario, para evitar especulaciones o sentimientos de temor e inseguridad de los participantes en ese mercado, que podrían ocasionar demanda excesivas, no justificadas por los factores “fundamentales”.
¿Cómo compaginar esas dos responsabilidades aparentemente contradictorias? La respuesta no es sencilla, y así lo ha comprendido la Junta Directiva del BCCR. Por esa razón no quiso comprometerse con ninguna regla fija ni, tampoco, darla a conocer, precisamente para poder evaluar el día a día y evitar especulación de parte de actores financieramente muy solventes, o el simple pánico de personas o empresas carentes de suficiente información que pretendan incrementar sus compras de divisas sin plena justificación.
Pero hay otra norma complementaria en la resolución del BCCR que también se debe destacar, y es la asignación de un presupuesto diario para cada intervención en el mercado cambiario, que formará parte de un presupuesto más general de carácter anual, más allá del cual la intervención estaría restringida cuantitativamente.
Esa norma, vinculante para los funcionarios administrativos encargados de ejecutarla, tendría el doble propósito de limitar la intervención para no anular la referida tendencia y, más importante aún, preservar la autonomía de la programación monetaria, consistente en aportar suficiente liquidez para lubricar la producción nacional, pero sin producir inflación. No sería conveniente que, en aras de una falsa estabilidad, se absorbiera demasiada liquidez mediante la venta de divisas, al punto de “secar” el mercado financiero.
Por todas estas razones nos parece apropiada la decisión de la Junta Directiva del BCCR sobre su participación en el mercado cambiario. Creemos, además, que en esta ocasión se justifica mantener en reserva los criterios técnicos de intervención, al menos mientras se asienta el nuevo régimen cambiario que, de hecho, se ha implantado. Pero insistimos en la responsabilidad personal y técnica del presidente de la institución y todos los directores, que no se puede delegar. En el Programa Macroeconómico que aprueba la institución dos veces al año, y también en la memoria anual, debe haber una clara discusión (ex post) de la actuación del Banco Central en el mercado cambiario, de los niveles de equilibrio macroeconómico logrado, y la forma en que esta nueva política contribuye a obtener mejores niveles de inflación, tasas de interés y crecimiento de la producción. Desde luego, todos en el país debemos estar muy atentos a su cabal cumplimento.
Finalmente, debemos recordar que el nivel y estabilidad del tipo no sólo dependen de las tendencias marcadas por la economía internacional, ni de la intervención del Banco Central en el mercado cambiario, que puede ser marginal y limitada. En buen análisis económico, el tipo de cambio dependerá de las políticas macroeconómicas observadas, incluyendo la fiscal y monetaria, y la evolución de los términos de intercambio.
Uno de esos factores “fundamentales” se relaciona con el déficit fiscal. Entre menor sea, menor será el faltante en la cuenta corriente de la balanza de pagos, y menores serían los ajustes en el tipo de cambio para restablecer el equilibrio. Hay ahí una tarea pendiente, que trasciende las potestades y responsabilidades del Banco Central.