Costa Rica ha dado pasos firmes para incorporarse a la Alianza del Pacífico. La reciente declaración de la presidenta, Laura Chinchilla, anuncia el inicio del proceso de negociación. Hasta ahora, la Alianza solo cuenta con miembros fundadores y nuestro país sería el primer participante sin ostentar esa condición.
El camino a la membrecía quedó señalado en la Octava Cumbre de la Alianza, celebrada en Cartagena de Indias, Colombia, hace una semana. Allí, el país suscribió la hoja de ruta para su adhesión y lo que falta es cuestión de trámite. Las declaraciones de los dos candidatos a la Presidencia de la República, Johnny Araya y Luis Guillermo Solís, hacen pensar que en esta materia habrá continuidad en la política del Estado costarricense.
Los miembros de la Alianza, además de ser economías importantes en la región latinoamericana, se caracterizan por su pujanza y la convicción del papel primordial del comercio y la inversión como impulsores del desarrollo. Chile, Colombia, México y Perú se aprestan a dar la bienvenida a Costa Rica, también comprometida con la competitividad en el mercado global.
Seremos el quinto miembro del grupo, pero la importancia de la Alianza se evidencia también en la lista de 25 naciones admitidas en calidad de observadoras, entre ellas Japón, Corea, Nueva Zelanda, Singapur, Uruguay, Canadá, Estados Unidos y España.
La Alianza es una contraparte continental a los acuerdos comerciales del Asia Pacífico y abre el camino para profundizar las relaciones con ese bloque de países, pero no menosprecia las oportunidades existentes en el intercambio regional.
Los cuatro miembros fundadores ya son, por aparte, importantes socios comerciales de Costa Rica y nuestra incorporación al bloque, creado hace tres años, servirá para extender esas fructíferas relaciones.
No faltará oposición a la idea. Algunos sectores productivos temerán verse afectados por la competencia. Otros señalarán que la apertura comercial, por sí misma, no garantiza la inclusión de importantes capas de la población en los beneficios del desarrollo.
La presidenta Chinchilla se adelantó a esas observaciones en el discurso pronunciado en Cartagena: “(…) insto a los sectores productivos al pragmatismo creativo, a saltar sobre estrechos intereses sectoriales para abrirse a las necesidades nacionales, a entender que en el desarrollo integral de nuestros pueblos está la mejor receta para el éxito de sus espacios productivos, empresariales y laborales”. En otras palabras, los intereses particulares no deben extraviar la visión estratégica nacional.
En alusión a la necesidad de incluir a los sectores necesitados en los beneficios del libre intercambio comercial, la mandataria expresó: “(…) la ruta hacia el desarrollo y el bienestar se asienta en buenas políticas públicas. Cuando, desde la práctica democrática genuina, estas políticas se enraízan en el tejido social, económico y político, con solidaridad y equidad, su aporte se prolonga en el tiempo”. El desarrollo económico, dijo la presidenta, “no es un fin en sí mismo, sino una herramienta para crear y extender bienestar entre nuestras mujeres, hombres, niñas y niños”.
Esa es la tarea pendiente para complementar los esfuerzos desplegados a lo largo de los años por el Ministerio de Comercio Exterior. El país no debe abandonar la senda de la competitividad y la apertura, sea por intereses particulares momentáneamente afectados o por los llamados de quienes declaran “agotado” el modelo. Debe, en cambio, redoblar esfuerzos para incorporar al progreso a los sectores que hasta ahora no han podido aprovechar sus beneficios.
La participación en la Alianza del Pacífico es un paso más en la dirección correcta. Los ajustes internos en materias como educación y encadenamientos productivos, entre otras, son resorte de las buenas políticas públicas citadas por la mandataria.