“No saben de qué hablan”, respondió la ministra de Educación alemana Johana Wanka cuando se le informó de la oposición de un grupo de diputados al proyecto de educación dual sometido a estudio de la Asamblea Legislativa porque, según criterio de esos legisladores, es un medio para la explotación de los estudiantes.
La educación dual es un programa de estudios para formar técnicos mediante la cooperación del Instituto Nacional de Aprendizaje y otras instituciones de formación parauniversitaria con la empresa privada. Una tercera parte del programa se desarrollaría en los centros educativos y las dos terceras partes restantes en las empresas, donde la teoría aprendida sería llevada a la práctica. Las empresas compensarían a los estudiantes con el pago de una beca.
La capacitación se ofrecería a jóvenes mayores de 15 años que hayan abandonado el sistema educativo, siempre y cuando hayan aprobado el sexto grado. El objetivo es convertirlos en técnicos, alejarlos del ocio y abrirles la posibilidad de obtener empleos mejor remunerados.
Según los legisladores del Frente Amplio, el sistema se prestará para explotar a los jóvenes, convirtiéndolos, más bien, en mano de obra barata. Por ese motivo, obstruyen la aprobación del proyecto de ley mediante la presentación de mociones. El Ministerio de Educación y legisladores de las demás fracciones abogan por la aprobación de ley y los diputados comprometidos con ese objetivo confían en la posibilidad de reunir los 38 votos necesarios para utilizar la vía rápida.
El Frente Amplio, dicen los defensores de la propuesta, confunde la educación dual con un tipo de trabajo, cuando en verdad es un proceso educativo. El sistema opera en Alemania, Suiza, Países Bajos y Austria. La ministra Wanka le atribuye parte del éxito de esos países en la lucha contra el desempleo juvenil.
Es difícil imaginar el daño que el sistema pueda causar a jóvenes que de otra manera quedarían expuestos a los peligros asociados con el ocio y el abandono del sistema educativo a tan corta edad. Tampoco es fácil explicarse cómo saldrían beneficiados si lograran un empleo formal de baja paga, sin valor formativo ni perspectivas de un mejor futuro.
En realidad, muchos de ellos no lograrán ese empleo con facilidad y, en el mejor de los casos, terminarán absorbidos por la economía informal, donde los ingresos son bajos de por vida y las posibilidades de un futuro mejor son escasas. La informalidad absorbe al 45,3% de los trabajadores costarricenses según la Encuesta Continua de Empleo. Se trata de unas 929.000 personas, casi todas sin oficios apetecidos por el mercado laboral.
La educación dual, como programa educativo estatal, tendrá la supervisión de las instituciones del ramo. Así se asegurará la pertinencia de las labores desempeñadas en las empresas para los objetivos de la formación técnica. La tercera parte del tiempo dedicada al aprendizaje teórico será una oportunidad constante para evaluar el avance y ejercer la supervisión.
La participación de las empresas es indispensable porque, como bien dice la ministra alemana, el sistema no funciona si el aprendiz no encuentra una plaza. “Se aprende un oficio o una profesión, no en una escuela ni solo en la empresa (...), las dos cosas conjuntas. Es una relación estrecha entre teoría y práctica, solo así funciona”, explicó.
El Ministerio de Educación y las fracciones legislativas favorables al proyecto deben redoblar esfuerzos para vencer los obstáculos. Abrirle a la juventud costarricense una nueva oportunidad de formación para insertarse en el mercado laboral bien vale la pena.