En medio de graves y a veces furiosos ataques en contra de los principios y valores económicos que han regido al mundo durante muchas décadas, el pronunciamiento del G20 del pasado 5 de setiembre surge como una bocanada de aire fresco. En vez de abjurar de esos principios y de las instituciones económicas que les han dado vida, más bien los rescata bajo la promesa de mejorarlos para incrementar su eficiencia y eficacia. El mensaje es muy claro: en vez de abandonarlos, hay que replantearlos frente a los nuevos retos y desafíos, pues son los únicos que pueden sacar al mundo adelante.
k Geopolítica. Desde el punto de vista político, es muy significativo que la reunión tuviera lugar en la ciudad de Hangzhou, en la República Popular China, y que el máximo líder político de esa nación, Xi Jinping, endosara plenamente los principios y valores que han sido tradicionalmente compartidos por las demás naciones democráticas. Si un país comunista y de producción centralizada, como China, los aprueba, es señal de que el mundo está cambiando, para bien.
k Realismo. El comunicado del G20 es realista en unos aspectos e idealista en otros. Parte de una realidad económica y social adversa, reseñada no solo en el comunicado, sino en otros documentos complementarios elaborados por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Según uno de ellos, presentado por Christine Lagarde, directora-gerenta del FMI, para que la globalización funcione para todos (Make Globalization Work for All), es necesario abordar los problemas surgidos en los últimos años con la globalización, integración de mercados de bienes y servicios y el vertiginoso desarrollo tecnológico. No en todos los casos el crecimiento real ha sido inclusivo ni la generación de nuevos empleos ha estado siempre a la disposición de todos los segmentos de la fuerza laboral.
Según Lagarde, “los cambios en la estructura productiva causados por la globalización y el desarrollo tecnológico han afectado hondamente a algunos sectores e industrias. Hay preocupación sobre los salarios y fuentes de trabajo, y las perspectivas presionan a quienes no están bien equipados para prosperar en este nuevo mundo”. Tiene razón. Es una realidad muy dura. Pero señala también que, aunque a muchos les cueste admitirlo, la globalización ha beneficiado a la sociedad en general y el desarrollo tecnológico y la apertura han sido los principales motores del crecimiento, empleo y disminución generalizada de la pobreza en el mundo. China, por ejemplo, logró abatir notoriamente la pobreza y crear una gran clase media gracias a su integración al mundo y el crecimiento sostenido de sus exportaciones, al igual que otros países.
k Reformas. En vez de abogar por cambiar el modelo y renunciar al libre comercio, como lo hacen equivocadamente políticos como Donald Trump en EE. UU., la derecha francesa de Marie Le Penn, o quienes condujeron a la ruptura del Reino Unido con la Unión Europea ( brexit ), el G20 pide depurar e intensificar los procesos de apertura y globalización.
Para mejorar el crecimiento de la producción mundial, generar más fuentes de empleo y elevar salarios, propone tres pilares esenciales: continuar impulsando políticas monetarias laxas para estimular la demanda agregada y el gasto en bienes de consumo e inversión, pero sin descuidar la inflación; reestructurar la política fiscal para mejorar la distribución del ingreso ajustando los impuestos sobre la renta y mejorar el desempeño en la eficiencia del gasto; privilegiar la inversión pública; aumentar la productividad; coadyuvar en la educación de la población; ampliar la capacitación técnica (al mejor estilo de la educación dual en Alemania); extender la salud para dar mejores oportunidades a quienes no las tienen; y emprender las reformas estructurales que se han quedado en el camino.
Este último pilar es esencial, pues es uno de los causantes del bajo crecimiento mundial y fuente de desigualdad. Aunque tiene muchos componentes, se puede resumir así: para mejorar la asignación global de recursos e incrementar la eficiencia y productividad de los factores, es menester terminar de desmontar el proteccionismo de los mercados, incluidos agrícola, financiero, bancario, profesional y laboral, que les permite a sus integrantes extraer más recursos de los que podrían lograr en régimen de competencia, en detrimento de los que menos recursos tienen. La mayor competencia no solo incrementaría la productividad y la producción real, sino que lograría una mejor asignación de las rentas. Incrementar el comercio mundial sería uno de los pasos prioritarios a seguir.
El G20 rescata todos estos principios y previene al mundo de los peligros de implementar políticas contrarias a la globalización y apertura de mercados, como las que están en boga. Dice: “Reafirmamos nuestro compromiso de usar los instrumentos monetarios, fiscales y de reforma estructural para generar confianza y fortalecer el crecimiento”. Luego, se pronuncia a favor del comercio internacional e impulsar reformas en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC); implementar la agenda de supervisión internacional de la banca; luchar contra la corrupción, la evasión fiscal y el lavado de capitales; y condena enérgicamente la manipulación de los tipos de cambio “para ganar ventajas cambiarias competitivas”.
k Enseñanzas. Aunque Costa Rica no es miembro del G20, sus postulados y recomendaciones tienen la capacidad de afectarla positivamente de manera directa e indirecta. Indirectamente, porque su implementación en los países avanzados auspiciaría mayor crecimiento económico mundial y, por ende, de las exportaciones costarricenses; directamente, porque implementar sus recomendaciones específicas, particularmente las reformas de carácter estructural para incrementar la competencia, mejoraría nuestro crecimiento, empleo, salarios y distribución.
Pensemos, por ejemplo, en la apertura comercial mediante la adhesión a la Alianza del Pacífico; disminuir el proteccionismo agrícola para forzar la competencia y abaratar el costo de la canasta básica a los consumidores (equivalente a aumentar sus salarios en términos reales); eliminar barreras no arancelarias al comercio internacional; profundizar la apertura de monopolios públicos (combustibles, generación de electricidad, banca, finanzas y bolsa, aun con vestigios monopolísticos); las excesivas cargas fiscales y las rígidas normas laborales, entre otros.
Pero el impacto más significativo está en el mensaje acogido por todos los integrantes del G20, incluida China: si bien hay problemas de crecimiento y pobreza asociados con la ampliación de mercados (para muchos países la oferta de mano de obra se ha incrementado con la globalización en detrimento del empleo y salarios), la solución no está en cerrar el mundo al comercio internacional ni, mucho menos, cambiar de modelo. Lo que procede es profundizar las reformas estructurales para mejorarlo en la forma mencionada. Es lo que debemos hacer en Costa Rica.