El anclaje central de la democracia es la subordinación del Estado a las leyes y tribunales del país. El Estado de derecho, como suele denominarse, significa que una democracia necesita proporcionar a sus ciudadanos el remedio de la legislación así como la conexa facultad de acudir a los tribunales para formular los reclamos correspondientes.
Por desgracia, la cantidad de gobiernos que atropellan a sus ciudadanos y sus derechos fundamentales se multiplica en el mundo. En nuestra región, Venezuela ha devenido en foco infeccioso del virus autocrático que ha contagiado a un número apreciable de países y amenaza extenderse a otros.
Este giro expansivo fue propiciado por Hugo Chávez, el mandatario ya fallecido que impuso un orden político e institucional en Venezuela bajo el sello de Fidel Castro. El colorido y folclórico ex militar disfrazó las nocivas enseñanzas de su maestro cubano con una demagogia inédita, acompañada de un gasto social ampliado.
De cara al mundo, distribuyó cuantiosos regalos por el Continente con débito a los legendarios saldos de la jauja petrolera. El tintineo de las monedas subyugó al gobernante dúo argentino de Néstor Kirchner y, tras su fallecimiento, a su viuda Cristina. Chávez ya había metido en el saco a Bolivia y Ecuador, con el apéndice de Nicaragua. Y los altos precios del petróleo estimularon los apetitos de naciones caribeñas que, risueñas, aceptaron las dádivas chavistas.
Estimulado por la notoriedad de su filantropía, viajó por todo el mundo como una especie de San Nicolás que le prometió una refinería a su amigo sirio Basher al Assad, y abrazó fraternalmente a dictadores africanos ilusionados por sus dólares. En este proceso comprometió sus ingresos petroleros que ya descendían parejos a la baja en los mercados y la carga de sus compromisos.
Cuando falleció Chávez, tomó el timón su heredero Nicolás Maduro, en marzo del año pasado. La camisa le ha quedado muy grande al pupilo quien, en todo caso, ya se había entregado a los dictados del equipo político cubano que se ensanchó tras la partida de Hugo Chávez. Adiós a los malabares del finado y adiós también a la popularidad que cultivó. Con otro descenso marcado del petróleo y ahogado en deudas, Maduro hipotecó hasta las reservas del carburante. Asimismo, la presencia cubana se ha hecho mucho más notoria. La inflación ahora ronda el 56%, un nuevo tipo de cambio más liberado marcó 60 bolívares por dólar, y la escasez de alimentos y medicinas exaspera a los venezolanos, casi sin excepción.
Como respuesta a los apuros de billetera, y paralelo al descontento general que se ha traducido en manifestaciones multitudinarias de protesta de estudiantes y ciudadanos en Caracas y otras ciudades, Maduro se ha lanzado a resquebrajar el orden jurídico venezolano.
El fenómeno ha sido notorio en una serie de actuaciones deplorables. La Constitución, las leyes y los reglamentos han sido retorcidos, desechados y manipulados a gusto por el régimen. Líderes de las protestas han sido encarcelados bajo pretextos de complots, daños a la propiedad y otros supuestos desafueros.
Producto de esta cuesta abajo del régimen ha sido el encarcelamiento del dirigente Leopoldo López, detenido en una cárcel militar y a quien no se le ha abierto causa ni proceso. Otra víctima del frenesí autoritario es María Corina Machado, una parlamentaria venezolana a quien el presidente del Congreso, Diosdado Cabello, le canceló sus credenciales oficiales por haber viajado a Washington para informar al Consejo Permanente de la OEA sobre la situación de Venezuela. Cabello articuló su decisión con inconexos textos legales y e invenciones sobre lo que no dicen.
Ha seguido la destitución y encarcelamiento de los alcaldes electos de tres importantes distritos donde se celebran protestas, acusados de complicidad en amenazas a la seguridad nacional y responsables de daños a la propiedad.
Coincidiendo con la reunión en Caracas de UNASUR, un invento de Chávez para competir con la OEA, Maduro anunció con pompa, el martes último, que había detenido a tres generales de la Fuerza Aérea por un supuesto complot subversivo en colusión con la oposición política e incluso otros oficiales. Los nombres de los generales no han sido divulgados. ¿Existirán del todo?
Nuestros votos por un renacer democrático en Venezuela, un sueño que dichosamente ya no luce tan lejano.