La emancipación de las colonias europeas en África fue un camino sobre espinas y, casi sin excepción, cruento. Hoy, ya superada esa etapa, en algunos Estados de África se observan los frutos de la independencia. La libertad en muchos de ellos es teórica y cunde la corrupción.
El grito de ¡uhuro! (libertad) salido de las masas africanas que ayer sacudían sus cadenas de los fenecidos imperios europeos ha producido en nuestros días nuevas pestes sociopolíticas. Por ejemplo, Gambia, un pequeño país en África Occidental, nos ha brindado, pocas semanas atrás, un claro ejemplo de las distorsiones pseudodemocráticas hoy en boga en ese continente.
El depuesto gobernante de Gambia, Yahya Jammeh, tomó el poder en 1994, mediante un golpe de Estado. Durante su mandato se caracterizó por la violación a los derechos humanos y las restricciones a los medios de comunicación.
A lo largo de su mandato, se ufanó de triunfar en elecciones democráticas cada cuatro años, fiscalizadas por observadores internacionales. El último ejercicio pluralista tuvo lugar en diciembre pasado. En esta oportunidad, Yahya perdió por un estrecho margen y reconoció su derrota en un acto solemne al mediodía. Por la tarde, sin embargo, comunicó que había encontrado algunas irregularidades en los comicios, razón por la cual retiraba la concesión de su derrota.
Las indetectables fallas escaparon a la atención de los fiscales foráneos, y así transcurrió el mes de enero. Una misión militar de naciones vecinas logró que abandonara el poder. Nadie lloró su partida, cargado de $11,4 millones en efectivo, joyas y otros tesoros. Tampoco nadie pasó revista a las escuelas privadas de sus hijos en Estados Unidos y Suiza, de sus mansiones en la Florida y París, de sus flotillas de automóviles extrafinos y mucho más. La pregunta clave es: ¿cómo amasó su inmensa fortuna en un minúsculo y empobrecido país? Este enigma está todavía en fase de investigación.
Hay otras causas penales seguidas contra familias enteras de políticos africanos. El más notorio es, sin duda, el juicio por estafa, manejos financieros fraudulentos y tantos otros delitos contra Teodoro Nguema Obiang Mangue, conocido como Teodorín, hijo de quien gobierna en Guinea Ecuatorial, del mismo nombre. Teodoro padre obtuvo el poder mediante un golpe militar en 1979 y, actualmente, es el decano de los jefes de Gobierno del continente. El país exporta petróleo desde el 2004.
Teodoro hijo reside en París con lujos plenos que incluyen docenas de vehículos de las más afamadas marcas. Su colección de arte es prodigiosa, expuesta en una mansión de cien habitaciones. Su causa llena tomos y, de ser convicto, sería encarcelado por 10 años.
Otro escándalo mayor cunde hoy en Zimbabue, originado en un complicado caso centrado en un anillo de diamantes, valorado en $1,4 millón, que fue adquirido por Grace Mugabe, esposa de Robert, el jefe de Gobierno del riquísimo país africano.
La lista de casos referentes a fortunas inmensas habidas en el ejercicio del poder político apuntan a una pregunta forzosa: ¿cuánto tiempo calculan los cleptócratas que durará su poder? Los pueblos no son ciegos y en sus adentros se cuecen venganzas por las injusticias y la miseria en sus países. No menos importante será el desbarajuste social y económico derivado de la caída mundial de las cleptocracias que prosperan a pesar de tantas injusticias.