A dieciséis años de su aprobación, el Plan Maestro de Manejo del Agua exigía una revisión. La Presidencia Ejecutiva del Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados (AyA) anunció la determinación de apurar contrataciones para hacer nuevos estudios y establecer un programa con dos décadas de vigencia.
Eso sucedió hace ocho años, casi la mitad del plazo de la planificación deseada, y las tareas consideradas “urgentes” en el 2006 están lejos de concretarse. La renovación del Plan Maestro salió a licitación en el 2008. En agosto del 2010, la Contraloría General de la República anuló la adjudicación y pidió volver a estudiar las ofertas. En abril del 2011, la directiva de AyA dejó sin efecto el proceso y, a finales del 2012, la institución convino con el Instituto Costarricense de Electricidad en hacer estudios de factibilidad para aprovechar el proyecto Orosi II, cuya explotación no será posible hasta el 2020.
Mientras tanto, AyA se dedicó a perforar pozos, en especial de cara al verano del 2015, dadas las dificultades de abastecimiento enfrentadas este año. La salida no sustituye el Plan Maestro. La institución lo admite sin titubeo. No renuncia al diseño de un plan de largo plazo, pero, a estas alturas, tampoco ha conseguido dar el primer paso.
Mientras tanto, los habitantes del Valle Central son testigos de excepción de las incomodidades y problemas, debido al desabastecimiento. AyA administra la escasez. Paraíso de Cartago, por ejemplo, no puede recibir más de 50 litros por segundo sin afectar a los usuarios del acueducto metropolitano. El fluido adjudicado a Paraíso no alcanza y los pobladores de la zona protestan indignados.
Los pobladores de Paraíso y de las demás regiones afectadas probablemente no tengan presentes las causas últimas de su padecimiento. La falta de planificación, las adjudicaciones fallidas, la Contraloría, las apelaciones y anulaciones son personajes de una historia ajena a la vida cotidiana de la población, pero la dificultan hasta la exasperación.
Por el contrario, el trabajo de la burocracia estatal, sus técnicos y fiscalizadores es reconocer las trabas, la mala ejecución conducente al rechazo de los proyectos y proponer soluciones. Si, ocho años después de identificada la insuficiencia del Plan Maestro, el AyA todavía está lejos de contar con un sustituto satisfactorio, la falla solo puede estar en la institución y sus funcionarios. Es hora de reconocerlo y hacer propósito de enmienda.
Sin el estudio necesario, dijo un alto funcionario en el 2006, no sería posible saber dónde habría faltante de agua, cinco años después. Ahora lo sabemos no porque los estudios lo hayan indicado, sino por los tubos secos y las protestas de los afectados. Las actas de las reuniones en las que se discutió, en el 2006, la necesidad del nuevo Plan Maestro condenan a la institución. Las necesidades estaban identificadas y las consecuencias de no satisfacerlas eran conocidas.
Por lo pronto, la institución cuenta con el agua del embalse de Orosi II a partir del 2020, si las obras concluyen a tiempo, y seguirá en busca de paliativos, especialmente tres pozos en fase de estudio. Luego vendrá la licitación para adjudicar su perforación, acompañada de todas las vicisitudes propias de esos procesos en la Administración Pública costarricense.
La parálisis no es exclusiva del AyA. Se manifiesta en todas las contrataciones. Tratándose de un servicio vital, como el suministro de agua, habría sido razonable pedirle al AyA mayor persistencia y diligencia, pero el telón de fondo de los padecimientos con el agua, y de muchos otros, es la combinación de un marco legal complejo y necesitado de revisión, con una burocracia cuyo desempeño deficiente desemboca en errores capaces de dar al traste con sus propias iniciativas.