La plena incorporación de Costa Rica a la Alianza del Pacífico conformada por México, Chile, Perú y Colombia pende de la aprobación legislativa del tratado de libre comercio suscrito con Bogotá. Además, el Congreso deberá dar su consentimiento al acuerdo marco de la alianza.
El país ya tiene tratados comerciales vigentes con los demás miembros de la Alianza y no puede aspirar a integrarse en el bloque comercial sin ratificar el convenio con Colombia. Las economías de la Alianza suman 214 millones de consumidores y más de la tercera parte del producto interno bruto de América Latina.
Es un mercado enorme, cercano a nuestras fronteras y próximo en herencia histórica y cultural. Ya somos socios comerciales de tres de sus partes y no tiene sentido negarnos la posibilidad de integrar el todo por la demora del cuarto y último tratado necesario, el de Colombia, firmado el 22 de mayo luego de una larga negociación.
La presidenta Laura Chinchilla promete empeño en la tarea de lograr la aprobación legislativa del tratado y el acuerdo marco antes de entregar el poder a su sucesor el año entrante. El proceso comenzará en junio y el calendario es apretado. Hay once meses para alcanzar la meta fijada por la mandataria, cuya administración consiguió la bienvenida a la Alianza la semana pasada en la reunión de mandatarios celebrada en Cali, Colombia.
Adelantándose a posibles objeciones y dilaciones en la Asamblea Legislativa, la presidenta pronunció un discurso, ojalá no premonitorio, sobre la necesidad de ampliar mercados y de abandonar la retórica irreflexiva contra el libre comercio, un campo donde el país ha demostrado capacidad de sacar ventaja.
La pertenencia a la Alianza y los tratados suscritos con sus miembros no solo nos benefician con facilidades de acceso a grandes mercados, sino también con la diversificación de los destinos de nuestras exportaciones.
Un país con gran cantidad de socios comerciales es menos dependiente de cualquiera de ellos. Acontecimientos económicos de los últimos años en los Estados Unidos y Europa demuestran la importancia de esa diversificación.
Habrá en los acuerdos suscritos con Colombia aspectos polémicos, capaces de suscitar temor en determinados sectores, pero el tratado debe ser valorado con vista en su impacto global, del cual ahora forma parte el ingreso en la Alianza del Pacífico.
Por otro lado, los negociadores costarricenses consiguieron la exclusión de productos sensibles, especialmente de la actividad agrícola, alimentaria y metalmecánica. Las exclusiones y, en algunos casos, los largos plazos de desgravación, probaron ser suficientes para vencer la mayoría de los temores existentes en esos sectores.
Alrededor del 71% del universo arancelario cederá ante el libre comercio en cuanto entre en vigencia el tratado. El resto, salvo un 4,1%, será sometido a un proceso de desgravación con plazos de cinco, diez y hasta quince años, dependiendo del producto. El 4,1% excluido del convenio comprende aceites, algunos lácteos, ciertos tipos de carnes, cerveza, barquillos, chicles y productos de las industrias metalmecánica, plástica y de papel.
Satisfechos en términos generales los sectores interesados, la Asamblea Legislativa podría dar rápido trámite al tratado salvo la aparición de la retórica advertida por la presidenta, que muchas veces omite distinguir entre la inserción del país en el comercio internacional y los legítimos reclamos por la falta de participación de importantes sectores sociales en los beneficios del crecimiento económico generado por el libre comercio.