La torre de Cuidados Críticos del Hospital Nacional de Niños costará $85 millones. Los trabajos no han comenzado, aunque el proyecto debió haber recibido $22 millones, más de la cuarta parte del costo total, entre el 2009 y la actualidad. Hace cuatro años, la Asamblea Legislativa destinó a la obra el 0,78% de los ingresos anuales del Fondo de Desarrollo Social y Asignaciones Familiares (Fodesaf), pero el dinero no pudo ser girado por razones burocráticas.
Existen los recursos y la ley que los asigna a la también llamada “Torre de la Esperanza”, pero en cuatro años la Administración no ha conseguido crear las condiciones necesarias para recibir el dinero. Como en tantos otros casos, el Estado da muestras de una extraordinaria incapacidad de ejecución.
La obra es urgente. Más de 3.200 menores se beneficiarán cada año, apenas el centro médico abra sus puertas para atender traumatismos graves y enfermedades complejas. La insuficiencia de las instalaciones actuales está certificada por la Dirección del Hospital.
Pero el sentido de urgencia no se palpa en la Administración Pública. Cada año, Fodesaf busca otros usos para el dinero destinado a financiar la torre. Eso no lo releva del giro de los $85 millones necesarios para construir la obra en su totalidad, pero pospone las fechas de los pagos.
Mientras no exista el fideicomiso necesario para manejar los fondos, Fodesaf no hará el primer pago. Constituido el fideicomiso, presumiblemente pasarán cuatro años más antes de reunir los $22 millones que el proyecto debió recibir entre el 2009 y el 2013. Mientras tanto, la urgente necesidad sigue insatisfecha. Más de un niño en edad de aprovechar hoy los servicios habrá superado la edad pediátrica cuando se complete el giro de los fondos.
“Si todo se agiliza”, la torre estará lista en el 2017, dice Luis Gamboa, presidente de la Asociación Pro Hospital de Niños, pero “lo doloroso es que, si todo se hubiera hecho a tiempo, ya la estaríamos terminando”.
“Si todo se agiliza” es una condición inquietante, vista la historia del proyecto desde su creación. El fideicomiso ya fue firmado en dos ocasiones, pero las objeciones de la Contraloría General de la República obligan a hacer el tercer intento. Si las observaciones del ente fiscalizador son válidas, como suele ocurrir, la ejecutoria de los encargados deja mucho que desear. Si no, el injustificado entorpecimiento es una verdadera tragedia, pero, en cualquier caso, cuatro años debieron bastar para el ensayo y el error, la falta y la corrección.
No es así. A la fecha, el tercer intento todavía está en camino, aunque la presidenta Laura Chinchilla prometió, con excesivo optimismo, el inicio de la obra en el 2014 y su conclusión en el 2017. El anuncio se produjo cuando el fideicomiso estaba por firmarse la segunda vez, en abril de este año. Ahora, la Asociación dice haber cumplido el último requisito impuesto por la Contraloría, pero la Caja pidió nuevos ajustes. “El proyecto se pierde en la indecisión de ciertos departamentos”, afirma Luis Gamboa.
En suma, el Congreso aprobó una ley, la entidad de donde saldrán los fondos los ha tenido disponibles, el Hospital no da abasto para atender las necesidades de sus jóvenes pacientes, la torre es indispensable, la presidenta de la República está interesada en sacar el proyecto adelante, el diseño y el plan de funcionamientos están listos por intervención de una firma especializada en la construcción de centros médicos y se han firmado dos fideicomisos entre el 2010 y el presente, pero la ejecución sigue pospuesta para un futuro incierto.
Quizás lo peor sea que no hay, realmente, motivo para sorprenderse.