La desmembración de la fracción del partido Fuerza Democrática en estos días y su crisis interna revive el tema de la presencia y de la acción de otros partidos en el escenario democrático costarricense, fuera de las dos agrupaciones mayoritarias consolidadas, el Partido Liberación Nacional (PLN) y el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC).
Es un fenómeno digno de estudio. ¿Por qué los partidos políticos minoritarios tienen una vida tan efímera en Costa Rica? Esta precariedad política se observa en muchos países democráticos y en cada uno sus causas son diversas. En cuanto a nuestro país, aventuramos la hipótesis de que la razón de esta fugacidad política reside en el personalismo y en la falta de un programa concreto y factible de acción. Hay dos excepciones: una, los partidos nacidos al calor de la ideología comunista que, con diferentes denominaciones, lograron sobrevivir. Estos, sin embargo, pese a gozar de un poderoso aparato de apoyo universal, no pudieron crecer ni proyectarse, por chocar contra los principios y valores tradicionales del pueblo de Costa Rica.
La otra excepción en estos años ha sido el Partido Agrícola Cartaginés, restringido, en su dirigencia, a una familia y a una zona del país, cuya subsistencia ha dependido de las partidas específicas. Estas le han permitido hacer obra material entre sus huestes y con ello asegurar la clientela. El resto de los partidos minoritarios en nuestra historia han tenido un fuerte sello personalista y, al girar alrededor de uno o dos dirigentes, satisfechos con la conquista de una curul parlamentaria, han olvidado su proyección. Nacieron, llegaron al parlamento y murieron, sin dejar seguidores y, mucho menos, algún legado legislativo digno de recordación.
Al parecer, el factor pecuniario, reiteradamente expuesto como factor antidemocrático contra los partidos minoritarios, no ha sido determinante. No negamos su importancia ni tampoco la injusta distribución del aporte estatal en las campañas, pero solo esta razón no explica la corta vida y desaparición de los partidos minoritarios. ¿Por qué, si han vencido la etapa más difícil: su nacimiento y el triunfo electoral o diputadil con uno o más representantes, no pueden prolongar su vida? Como en el futbol, hay que anotar goles, hacer puntos y subir en la tabla de posiciones. Si, en cambio, se imponen las divisiones internas, pravalecen el personalismo o los intereses familiares, o bien, se cometen errores de bulto en sus inicios y hasta asoma sus garras la intolerancia, resulta imposible mantener un partido político en sus primeros años, cuando la planta requiere el riego constante de la entrega, el talento político y la conciencia democrática. Hay enfermedades y errores que matan en la cuna, pero que se pueden resistir en la vida adulta.
La realidad política nacional y ajena demuestra, en abono de estos esfuerzos fallidos, que la fundación de un partido político es labor en extremo compleja, sobre todo cuando han arraigado dos partidos fuertes. Su mantenimiento y proyección requieren, asimismo, mucho más que deseos de figuración, de triunfos electorales apresurados, de espectacularidad y denuncias a diestro y siniestro. Como en todo edificio sostenible, su vida depende, primeramente, de la solidez de las bases. Y la solidez de las bases exige tiempo, entrega y estudio.