Una noticia reconfortante: un equipo de científicos de la Universidad de California en San Francisco (UCSF) y de la Universidad de Costa Rica (UCR) han unido sus esfuerzos para identificar, entre otros objetivos, el gen que puede influir, de manera importante, en ciertas formas de depresión maníaca, asociada con el suicidio.
En lo tocante a la UCR, el proyecto está a cargo del biólogo molecular del Centro de Investigaciones en Biología Celular y Molecular, Dr. Pedro León Azofeifa. Participan en esta labor interdisciplinaria microbiólogos, psiquiatras, médicos y especialistas en genética y biología celular y molecular. Este trabajo en equipo con la Universidad de California impulsará la elaboración de fármacos tendientes a combatir esta enfermedad. El proyecto es financiado por el Instituto de Enfermedades Mentales de los Estados Unidos, uno de los más renombrados en su género.
Los medios de comunicación abundan en noticias sobre la gente del espectáculo. Esto no es criticable, pues la diversión y el esparcimiento constituyen también una dimensión importante de los intereses y gustos populares. Pero, además se ha de destacar el trabajo silencioso y productivo de los científicos, de los intelectuales, de los cultivadores del arte, de todos aquellos, en fin, que enriquecen el patrimonio cultural y científico del país. En La Nación hemos estado siempre atentos a exaltar y apoyar a estos compatriotas, así como a los centros educativos que los impulsan.
La labor del Dr. Pedro León Azofeifa y de su equipo científico no es casual. Está anclada en un esfuerzo nacional sostenido -aunque creemos que insuficiente- en el campo de la enseñanza y de la investigación, en el que la UCR ha mantenido una posición de vanguardia. Se funda, asimismo, en el tesón -y el sacrificio- personal y en la fidelidad a una vocación y a un estilo de vida, propios del auténtico científico. Esta pasión nos ha generado ya diversos triunfos. Citemos los más recientes: el premio del Smithsonian Institute al Dr. Pedro León Azofeifa, el galardón Príncipe de Asturias al INBio y constituye, asimismo, un logro la creación de la Academia de Ciencias, el establecimiento de los colegios científicos y la comprobación de que buena parte de la producción científica en Centroamérica se origina en Costa Rica.
Los científicos se quejan, sin embargo, con razón, de que todavía reina la dispersión, que no hay políticas definidas -el CONICIT sigue en el aire- y es un hecho notorio que los gobernantes y los políticos no saben valorar el trabajo científico. Si una investigación como la que comentamos prestigia a Costa Rica y si contamos con científicos de primera línea, el mejor halago sería, más allá del aplauso, un cambio de actitud de parte del Estado. Sin una política científica seria no hay desarrollo profundo ni sostenido.