Editorial

Hidra de corrupción

La enfermedad es grave y exige programas más amplios y visionarios

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Las violentas secuelas generadas por la captura del jefe del cartel de las drogas de Cali, Gilberto Rodríguez Orejuela, la semana pasada, constituyen un alarmante recordatorio de las extensas ramificaciones y el papel desestabilizador del narcotráfico. La víctima de este azote no es solo Colombia, aunque ahí su impacto ha sido especialmente fuerte y visible. En realidad, se trata de un peligro mundial del cual ninguna nación escapa hoy. Y sus efectos nocivos, sobre todo en la fibra moral de las sociedades a lo largo y ancho del planeta, exigen una respuesta que, desafortunadamente, todavía elude a los gobiernos y no parece asomar en el horizonte.








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