Pese a todo, el espectáculo surrealista del botadero de Río Azul y, en general, de la recolección, transporte y depósito de la basura del área metropolitana nos ha aportado un beneficio: la exposición, en forma plástica, visible, cotidiana e inmediata, del problema de la ingobernabilidad en nuestro país.
Río Azul comenzó a funcionar hace 23 años, cuando el mundo era otro y San José, ya penetrada por las ventas callejeras, era una ciudad manejable y vivible. Pero esta creció en forma atolondrada, sin plan y sin autoridad, y, mientras se hipertrofiaba a ojos vistas, el municipio capitalino, como exponente de la crisis del régimen municipal, crecía en burocracia y disminuía en calidad, eficacia y eficiencia. Hoy San José es una ciudad desbordada por los problemas, como todo el país. Su crisis de gobierno refleja la crisis de gobernabilidad nacional. La mejor prueba: un deber municipal esencial, la recolección de la basura, se ha convertido en cuestión de Estado, con explosiones de ira y angustia y ribetes de comedia.
El presidente Figueres, suscrito el acuerdo con el expresidente Calderón, el 28 de abril pasado, se reunió en la noche, por iniciativa suya, con los dirigentes de las asociaciones de Tirrases Arriba, Tirrases Centro, Calle Churuca, San Antonio y Río Azul, para negociar la apertura del botadero, varias veces cerrado antes "definitivamente". Pocos días antes, el Presidente había pasado la madrugada en Limón dirigiendo las labores de carga y descarga de los buques a causa de una huelga sindical. ?Es posible, en estas circunstancias, dedicarles todo el tiempo y el pensamiento a las grandes transformaciones de Costa Rica de cara al siglo XXI y al desafío americano del año 2005? He aquí dos testimonios aplastantes de ingobernabilidad.
Un país democrático maduro resulta ingobernable por varias causas: por el temor personal --psicológico o político-- a legislar y tomar decisiones oportunas y a fondo. Su efecto es, como ha ocurrido, la acumulación incesante de los problemas. Por la invasión de la corrupción, que desnaturaliza y anula el Estado de derecho; por la telaraña de leyes, procedimientos, recursos e incidentes, agravados por el poder --impune-- de los grupos de presión, que entorpecen el ejercicio de la autoridad. En Costa Rica hemos sufrido una combinación de estas causas. La basura es el mejor diagnóstico: el Estado depende de la buena voluntad de los dirigentes comunales; la desconfianza en la autoridad y en la palabra oficial se ha apoderado de las comunidades; la improvisación ha oscurecido el criterio técnico, lo inmediato ha subsumido la visión de mediano y largo plazo, lo accesorio se ha sobrepuesto a lo esencial y dos ministros de Gobierno han tenido que dedicarse a dos basureros, uno por cerrarse y otro por inaugurarse.
Dichosamente, los habitantes de las comunidades afectadas y los dirigentes de las asociaciones comunales han mostrado mayor responsabilidad y astucia que los regidores y los cazadores de votos, y, al parecer, el Gobierno tendrá un respiro de un año. ?Podremos ahora respirar, si no aire puro, al menos la seguridad de que, en este lapso, se procederá con criterio técnico, con firmeza y visión, y de que el tema del botadero no va a trascender al tercer milenio de la cristiandad? Río Azul ha desnudado al Estado costarricense. Entresaquemos las enseñanzas pertinentes.