Aunque puede ser objeto de diversas interpretaciones, lo cierto es que la información sobre la destacada posición de Costa Rica en el Indice de Desarrollo Humano (IDH) es muy alentadora.
De acuerdo con el informe emitido hace pocas semanas por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), encargado de confeccionar ese indicador, nuestro país ocupa, en este campo, el primer lugar en América Latina y el vigésimo octavo en el mundo. Los datos corresponden a 1993 y 1994 y el índice está compuesto, entre otros, por los siguientes elementos: esperanza de vida, nivel educacional y producto interno bruto (PIB) real. Estas cifras representan un avance, pues, en el informe dado a conocer en 1993, Costa Rica ocupó la posición número 44 en escala mundial.
A pesar de esta posición, sin embargo, no hay que echar las campanas al vuelo, pues la observación diaria de nuestro país nos muestra que, en punto a desarrollo humano, considerado en forma integral, sufrimos graves desajustes. Aun en el orden educacional, uno de los factores determinantes para medir el IDH, si bien exhibimos logros estimulantes, en comparación con otros países de América Latina, lo cierto es que estamos lejos de los requerimientos o desafíos del mundo moderno. No podemos tampoco ufanarnos en cuanto a la calidad de vida, campo en el que, más bien, estamos retrocediendo. En relación con la esperanza de vida, las cifras son objetivas y alentadoras. Sin embargo, la atención en materia de salud se ha desmejorado visiblemente.
Analicemos, entonces, estos logros con realismo. En cuanto al pasado, reconozcamos que el esfuerzo de las generaciones anteriores sigue dando buenos frutos. En relación con el presente, preguntémonos si las graves distorsiones introducidas en la economía nacional en estos años y la ineficacia del Estado en sus cometidos esenciales, junto con la lentitud de las transformaciones, no ponen en peligro ese patrimonio humano acumulado. Desde estas dos atalayas, hemos de avizorar el futuro.
¿Estamos haciendo todo lo posible, de manera seria y sostenida, para no perder el paso y, más bien, como debe ser, para alcanzar metas más elevadas de desarrollo humano en los próximos años? Esta es una pregunta fundamental, pues en su respuesta se encuentra nuestro porvenir. De aquí la necesidad de someter a severa criba crítica estos datos provenientes del PNUD, pues, frente a los duros desafíos de este fin de siglo, el envanecimiento y la propaganda deben ceder el lugar al trabajo responsable y a la decisión inquebrantable de realizar las transformaciones económicas y sociales que estos tiempos y nuestra realidad concreta exigen. Al parecer, estamos avanzando por la senda recta, pero los obstáculos, sobre todo los derivados de los grupos reacios al cambio, son complejos y difíciles.
Los datos del PNUD nos plantean una reflexión final: si aquejados por tantas acciones y omisiones erróneas, por tantos abusos, privilegios e ineficacia estatal, estamos en la punta, ¿qué no sería de Costa Rica si, dotados de condiciones tan ventajosas, tuviéramos la audacia y la visión de romper las ataduras del subdesarrollo mental, administrativo, gerencial y político? Esta es la decisión.