Celebramos hoy el Día del Niño. Esta debería ser una fecha de júbilo, pero, dada la realidad social de nuestro país, lo es también de angustia. El niño es el ser más desprotegido de nuestra sociedad.
El niño sufre en carne propia la agresión que padece la mujer dentro y fuera del hogar, el desgarramiento por la ausencia del padre, por no saber quién es y, muchas veces, hasta por su presencia, el efecto de las patologías sociales del licor y de la droga, aunada a la de la pobreza, así como la violencia, sutil o expresa, que destilan algunos medios de comunicación social. El niño recibe, asimismo, en su desarrollo emocional, intelectual y físico, los embates de la corrupción, de la ineficiencia estatal, de las desviaciones de los políticos y de los gobernantes, de la errada conducción de la economía, de la falta de solidaridad, ya que las fallas del conjunto social lo hieren en forma directa y despiadada. De este modo, el niño, que debería ser la razón y motivación más alta del desarrollo, se convierte, por los extravíos de los adultos, en su víctima.
Hoy es, por ello, principalmente un día de reflexión sobre la realidad de nuestra niñez y sobre las mejores formas concretas de correr en su ayuda. Una de estas es la aplicación de los derechos del niño, cuya convención ratificó Costa Rica el 18 de julio de 1990 por Ley Nº 7184, así como el resto de las normas vigentes sobre la defensa y protección de la niñez. Esta normativa, como lo expresa Rita Maxera, de la Defensoría de los Habitantes de Costa Rica, en la Sección de nuestra edición de hoy, deberá fortalecerse con el Código de la Niñez y de la Adolescencia, a fin de "traducir las necesidades de los niños, las niñas y los adolescentes en derechos humanos, crear los mecanismos para la exigibilidad de estos y proponer los cambios institucionales" correspondientes.
Una forma concreta y eficaz de luchar por los derechos reales de los niños se encuentra en la campaña lanzada por la primera dama, Josette Altmann de Figueres, el 8 de agosto pasado "por una vida sin violencia", con la ayuda de los medios de comunicación social y la ejecución del Plan Nacional contra la violencia intrafamiliar (PLANOVI). La agresión en las familias, como lo manifestó en esa oportunidad la Primera Dama, se ha considerado históricamente como un hecho no solo privado sino incluso legitimado y tiene dimensiones mucho mayores que las conocidas hasta ahora. Es decir, la violencia, sobre todo intrafamiliar, envuelve a nuestra sociedad. Los efectos de esta patología en el desarrollo del niño son nefastos y comprometen, por lo tanto, el presente y futuro de Costa Rica.
Insistimos en un punto central: el niño ha de ser la razón del desarrollo nacional. Esta nueva visión requiere un cambio de mentalidad y de acción práctica. La normativa sobre la niñez constituye un valioso acervo para defender sus derechos. Es preciso, sin embargo, sobrepasar este marco jurídico y encarnar los derechos del niño en la política general de la nación. Algún día así el Día del Niño será mucho más de júbilo que de angustia.