Es difícil escribir en serio sobre la pletina del puente en el río Virilla. Un torrente de chistes fáciles y sarcasmos asalta la mente con la sola mención del duradero sainete nacional. En la Internet abundan las sátiras, algunas muy ingeniosas, con diálogos alusivos al puente sobrepuestos sobre escenas tan graves como un consejo de guerra del alto mando nazi. No está mal aprender a reírnos de nosotros mismos, pero el humor no puede ocultar la tragedia de la inoperancia estatal.
El país ha sido paciente. En abril del 2009, la pletina se desprendió y empezó a dar dolores de cabeza. Las autoridades intentaron culpar a los conductores, minimizando el impacto del desnivel sobre las llantas y atribuyendo los congestionamientos al exceso de precaución y curiosidad. Pero el problema existía, como quedó demostrado con los intentos de reparación hechos por el Ministerio de Obras Públicas y Transportes en julio y agosto de ese año.
Nada dio resultado y, en diciembre del 2010, el Ministerio se decide a librar la madre de todas las batallas contra el desperfecto. La obra va en serio y causa el cierre parcial de la vía, pero los conductores aceptan los inconvenientes convencidos de la existencia de luz al final del túnel. La esperanza alimenta el ánimo y el 21 de febrero estalla el júbilo con la inauguración de la reparación definitiva.
A un costo de $3,8 millones, la vieja losa fue sustituida por rejillas de acero recubiertas de concreto. Poco duró la alegría. Diez días después de inaugurada la obra, el concreto empezó a desmoronarse y, ahora, el Colegio Federado de Ingenieros y de Arquitectos pronostica daños mayores con el transcurso del tiempo. “Las cargas a las que está sometido el puente producen deflexiones (movimientos) y altas vibraciones en las rejillas de acero y en el concreto”, pues entre ambos hay diferencias de rigidez. En consecuencia, el daño se irá agravando con el paso del tiempo y aun las secciones donde menos se nota en la actualidad, se verán comprometidas en el futuro.
El Ministerio niega validez a las conclusiones del Colegio. Para defender el punto, la Dirección de Puentes formula una pregunta que, sin darse cuenta, encierra una condena. “¿Cómo es posible que tengamos 80 años de un sistema probado (en todo el mundo) y que solo en Costa Rica falle?” En efecto, ¿cómo es posible?, porque nadie puede negar que esté fallando, si no el sistema, sí la reparación.
¿Cómo es posible –preguntamos con la funcionaria– que a dos años de manifestarse el desperfecto todavía no haya una solución definitiva para el daño en una arteria vital del sistema nacional de carreteras? ¿Cómo es posible que las explicaciones surjan a posteriori, como si las consideraciones técnicas pudieran postergarse para el día de la inauguración de la obra? La carreta, al parecer, va delante de los bueyes. Las consecuencias están a la vista, porque el mes entrante el problema de la pletina apagará las candelas de su segundo cumpleaños y los pronósticos del Colegio le auguran larga vida.
Con todo, el debate es oportuno, pues si el Colegio lleva razón, el problema es de diseño y no se soluciona con otra capa de concreto. La empresa encargada de la reparación ha manifestado su voluntad de intentar el remiendo, pero el MOPT debe acometer con seriedad, ahora sí, el análisis del problema y la naturaleza de las soluciones definitivas. Cuando menos, le debe al país una explicación convincente de las razones que existen para apartarse del criterio del Colegio, cuya seriedad en este tipo de situaciones está bien probada.