Hace más de ocho años, Pablo Cob Saborío, presidente ejecutivo, en ese entonces, del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), pronosticó que las centrales telefónicas caerían en el olvido. Los operadores incapaces de “migrar” a la oferta de servicios de llamadas por Internet, quizá gratuitos, fracasarían, afirmó.
Guy de Téramond, exministro de Ciencia y Tecnología, ya se lo había advertido al país en 1999: “El modelo de Internet incluso sustituirá la telefonía tradicional”, dijo en una actividad auspiciada por La Nación .
En el 2005, el sufrido impulsor de la Internet Avanzada aún creía que el ICE podría situarse entre los operadores avanzados, bajo condición de instalar redes de Internet de alta capacidad, pero lamentaba la escasa prioridad concedida por la institución a esa tarea y su insistencia en los “planes de desarrollo con muchas tecnologías mixtas”.
“Pudimos ser uno de los países más avanzados del mundo, pero el proyecto se atrasó por tres o cuatro años. Sigue muy despacio, falta un verdadero y genuino interés… el que más interés debería tener es el ICE”, decía Guy de Téramond, sin sospechar siquiera la lentitud de los procesos por venir.
Radiográfica Costarricense (Racsa) estaba en capacidad de ofrecer el servicio de voz sobre protocolo de Internet desde 1999, pero, según Pablo Ureña, directivo de la subsidiaria hasta el 2010, el ICE se lo prohibió para no afectar “la facturación de llamadas al exterior mediante sus centrales”.
En ese momento, Racsa poseía el 47% del mercado de Internet y aspiraba a una red de fibra óptica con 360.000 conexiones de 20 Mbps, entre otros servicios de avanzada para la época. En vez de incursionar de lleno en las nuevas tecnologías, hacia finales del 2005 Racsa pretendía imponer a sus usuarios restricciones, “permitiéndoles” conversar por Internet mientras sus llamadas no se trasladaran a la red telefónica.
Las políticas de preservación del monopolio del ICE, un objetivo imposible sin previa renuncia a la tecnología moderna, se implantaban pese a las protestas de Téramond y sus advertencias de que “no se puede hacer lo que hacían los sindicatos del aceite para candelas cuando llegó la luz eléctrica”.
Pero el ICE lo intentó. Dilató con éxito el desarrollo de tecnologías que pusieran en peligro sus ingresos por telefonía fija e internacional. Solo el paso de los años y el desarrollo vertiginoso de las nuevas tecnologías lograron vencer la resistencia, pero las oportunidades perdidas ya no volverán.
Racsa no es hoy sombra de lo que fue. Sus ingresos se esfumaron y el ICE se ve obligado a insuflarle vida financiera, con $15 millones en el 2011. La empresa planea recuperar mercado con nuevas ofertas de Internet rápida y barata, pero recuperar es siempre más difícil que mantener.
La semana pasada, este diario informó de la caída en el ritmo de crecimiento de la facturación del ICE por servicios de telefonía celular y fija. En términos reales, la institución experimentó, el año pasado, una reducción del 2,7% de los ingresos por estos rubros.
La disminución de los ingresos por telefonía fija era inevitable y esperada, independientemente del proceso de apertura de la telefonía celular. La telefonía fija, así como el tráfico internacional de llamadas a alto costo, no puede sobrevivir a la Internet, no importa quien la provea.
No hace mucho, la obtención de una línea telefónica fija era una odisea de años. Hoy tarda días, porque el ICE solo emplea el 65% de la capacidad instalada, y tan solo el año pasado hubo 83.000 cancelaciones del servicio.
En cambio, el débil desarrollo de la telefonía celular y los servicios de Internet del ICE sí guardan relación con la apertura, como también era de esperar, pero el análisis de las causas no estará completo mientras se insista en olvidar las oportunidades perdidas y la resistencia de la institución al cambio, cuya inevitabilidad siempre fue evidente.