Nuestro país ha experimentado un progreso espectacular en el equipamiento informático de sus escuelas y colegios públicos. Del 2006 al 2013 se triplicó la cantidad de computadoras y la cobertura pasó del 55% al 71% de la población estudiantil. A pesar de este avance, casi 178.000 alumnos carecen aún de acceso a la tecnología digital, y el faltante no se cerrará antes del 2017.
Hace 26 años, el establecimiento del Programa Nacional de Informática Educativa (Pronie), entre el MEP y la Fundación Omar Dengo (FOD), puso a Costa Rica en el mapa de los países más innovadores. En este periodo, la brecha digital no se ha cerrado y su persistencia acrecienta la inequidad en la enseñanza y las desigualdades sociales. Empero, la introducción de las nuevas tecnologías en el campo del conocimiento representa un esfuerzo permanente y costoso para cualquier país, incluso para los más avanzados tecnológicamente.
La Administración pasada destinó más de ¢10.000 millones por año a este propósito, y, para el 2014, se presupuestaron ¢12.000 millones. En el 2015, el monto asignado es de ¢15.000 millones, lo cual permitirá equipar a 435 centros, de acuerdo con un inventario de recursos tecnológicos y necesidades informáticas apremiantes que realiza actualmente el MEP.
En un mundo interconectado como el nuestro, carecer de computadora es como no haber tenido lápices y cuadernos en el modelo educativo anterior. La Nación dio cuenta de las estrategias que, de forma cotidiana, ponen en práctica los docentes para vencer estas limitaciones, a veces utilizando sus propios teléfonos y tabletas, pero también de la positiva y alegre conmoción que despierta la llegada de la informática entre los alumnos que hasta entonces carecían de ella.
Como afirma Monserrat Vindas, maestra de preescolar de la escuela Bajos del Virilla: “Enseñar con tecnología abre muchas puertas: se les cambia la visión de mundo, pueden elaborar trabajo colectivo, superar las barreras sociales que les impone su entorno, pero necesitan un acompañamiento en las aulas”.
El equipamiento nuevo y la renovación del antiguo y de los programas informáticos, aunque es el rubro más oneroso, es solo una parte de los desafíos en este ámbito. El sistema educativo arrastra barreras técnicas que deben corregirse, si se desea asegurar el éxito en la implantación del Pronie. Estas van desde la ausencia de infraestructura eléctrica hasta la conexión a Internet, que en un 55% de los centros donde funciona es inferior a 2 megas por segundo.
En otras instituciones, el desconocimiento o las deficiencias en el equipo hacen que la computadora se restrinja a funciones administrativas o que los laboratorios operen para un porcentaje muy pequeño de la población estudiantil.
Sin embargo, la limitación más consistente y difícil de resolver, tanto en el campo informático como en el sistema educativo en su totalidad, es la baja formación docente. La mayoría de los maestros y profesores no sacan provecho del potencial de las nuevas tecnologías para promover una nueva experiencia de enseñanza en el aula.
Según el más reciente Informe del Estado de la Educación (2013), un 95% de las actividades de capacitación son presenciales y no estimulan el uso de la informática. Apenas hace dos meses, el MEP puso a disposición de los docentes el campus virtual “Upe: la puerta al conocimiento”, que incluye cursos en línea, recursos didácticos, juegos y dinámicas, pero la alfabetización digital de los educadores debería ser objeto de una estrategia mucho más decidida y enérgica.
De nada servirá contar con computadoras del siglo XXI, si la enseñanza repite cansinamente los esquemas del siglo XX. Para cerrar esta brecha, que es quizá el reto más importante de nuestra enseñanza, hay que focalizarse en “educar para educar”. Y hacerlo bien. La actual ministra, Dra. Sonia Marta Mora, prometió colocar el tema “en el centro de la agenda de prioridades”, y esperamos que así sea.
La Fundación Omar Dengo y el Ministerio de Educación establecieron el 2017 como meta para alcanzar una cobertura del 100%. El país debe poner la mira en el cumplimiento de este objetivo, que contribuirá a cerrar el círculo de la inequidad digital y a ampliar las oportunidades para un estudiantado que ya es parte de una revolución sin precedentes en el conocimiento humano.