El saldo debe llamar, por lo menos, a una seria atención: 58 accidentes de aviación reportados y 52 muertos en cuatro años y medio. ?Es esto mucho o poco?
Las autoridades insisten en que las cifras, si se tiene en cuenta que en ese tiempo han sido transportadas 679.054 personas en el territorio nacional, se mantienen "dentro de los niveles mínimos". Sin embargo, no ofrecen estadísticas de otros países, que permitan una comparación. Pero, independientemente de las magnitudes --que a simple vista parecen muy elevadas--, existen dos elementos insoslayables: por un lado, muchos de esos accidentes pudieron haberse evitado si hubiera existido una mejor condición mecánica de los aviones o si los hubieran conducido pilotos más experimentados; por otro, ha existido una tradicional lentitud, falta de detalle y de sanciones en la forma como la Dirección General de Aviación Civil ha afrontado los casos.
En otros países cada accidente conduce a una rápida investigación, a su difusión pública y a la imposición de una serie de penas o recomendaciones de acatamiento obligatorio para los responsables. En Costa Rica, sin embargo, hay accidentes --o percances-- que ocurrieron hace tres años, pero todavía no se conocen los resultados de las indagatorias. Tampoco se ha sabido de sanciones impuestas por Aviación Civil. Nada de esto es conveniente.
Las autoridades, en primer lugar, deben ser más expeditas, eficientes y rigurosas en sus investigaciones; han de hacer totalmente transparentes y públicos sus resultados, y deben observar su declaración de que la función esencial de Aviación Civil es preventiva, pero sin que esto implique el olvido de los controles y las sanciones.
Al observar las razones de los accidentes en estos últimos cuatro años y medio, se revelan problemas mecánicos que pudieron obviarse con buen mantenimiento, errores humanos producto de imprudencia o impericia, y carencias de instrumentos que, al obligar a "vuelos visuales" en un país de alta nubosidad, condujeron al desastre. Mucho de esto pudo evitarse. Pero la prevención no es un simple asunto de buenas intenciones; en gran medida se produce a partir de controles estrictos y regulares y ante la certeza de que, si surgen las fallas, las sanciones serán prontas y duras. Aducir que estas no pueden aplicarse por falta de recursos jurídicos es una excusa inaceptable porque los administradores están en el deber, si esas posibilidades no existen, de convencer a los legisladores para que las establezcan.
El director general de Aviación Civil, Nelson Rodríguez, anunció el lunes un plan para reforzar los controles de seguridad y la capacitación. Celebramos la iniciativa y esperamos que no sea una medida reactiva ante el interés de la prensa en el tema, sino parte de una política permanente. Porque asegurar los controles y supervisar la estricta capacitación son funciones que esa dependencia tendría que haber estado cumpliendo desde su fundación. Este debería ser su norte de ahora en adelante.