A muchos les parecerá mentira, pero en Costa Rica hay barrios donde la Cruz Roja no atiende emergencias sin ser escoltada por una patrulla, los autobuses, además de chofer, llevan un custodio a bordo, y la Fuerza Pública se encierra bajo llave en la caseta policial. Un grafiti prohíbe el paso a los “pacos”, y las calles fueron bautizadas con sangre: “La entrada del terror”, “El matadero” y “El callejón de la muerte”.
En Los Cuadros de Purral, Goicoechea, 38.000 personas conviven con la delincuencia más violenta y descarada. Son familias humildes, trabajadoras y ansiosas de mejorar las condiciones de vida en su comunidad. Lo demuestran colaborando con la Policía, y su ayuda, según las autoridades, ha sido vital para bajar el índice de homicidios de 18 en el 2010 a 6 en lo que va de este año.
La clave es el arresto de delincuentes y sus cabecillas, atrapados en flagrante delito. La Policía reconoce el valor del apoyo comunal en la consecución del éxito y cabe preguntarse por qué no lo tuvo en el pasado. La comunidad y la Fuerza Pública coinciden en atribuir el cambio a la organización de los vecinos y la construcción de una relación de confianza mutua.
La creación y preservación del vínculo solo es posible si la Policía se hace presente, con constancia y voluntad de combatir la delincuencia. Solo así cobra sentido, para los pobladores, hacer denuncias y contribuir a identificar a los responsables del delito en el barrio. En Los Cuadros, como en otras comunidades, el hampa es por mucho minoritaria, y los vecinos son sus primeras víctimas. Quien los ayude a romper el yugo del temor conseguirá su apoyo y confianza.
Mario Zamora, ministro de Seguridad Pública, enfatiza el valor de la inteligencia policial en la lucha contra la delincuencia en Los Cuadros, donde buena parte de los crímenes tiene raíces en el narcotráfico a pequeña escala. Si los homicidios disminuyeron en número, dice el funcionario, es porque la Policía consiguió individualizar y detener a los líderes de las bandas organizadas.
Autoridades y dirigentes comunales destacan otro punto de consenso. No todo es represión. Importa también prevenir y acercarse a la comunidad mediante el deporte, los talleres de autoayuda y otras actividades. En el esfuerzo participan los grupos organizados de la comunidad, entidades estatales y asociaciones privadas.
Hay progreso, pero la tarea no está completa. Las balaceras todavía perturban el sueño de los vecinos, los traficantes venden su mercancía ilícita, y los seis homicidios cometidos a lo largo de los últimos nueve meses siguen siendo una estadística alarmante para un distrito con 38.000 habitantes. Aunque en lo que falta del año no se cometiera ningún asesinato, Los Cuadros siempre superaría, por amplio margen, la estadística nacional. Además, el tiempo transcurrido es demasiado corto para cantar victoria.
Con todo, el avance es suficiente para profundizar en el fenómeno y reforzar cuanto se haya hecho bien. Al asumir el cargo, Zamora prometió echar mano de nuevas tácticas policiales y adoptar medios tecnológicos para fortalecer la labor policial. Algunas de las medidas anunciadas coinciden con lo observado por los vecinos de Los Cuadros, según la información publicada en este diario el sábado.
Las tácticas innovadas descansan sobre la inteligencia. Los oficiales revisan archivos digitales de los delincuentes más peligrosos antes de salir a la calle y visitan las proximidades de sus moradas para dejarse ver y recabar información de sus actividades. Los jefes se reúnen para evaluar el trabajo del día anterior y comparten información con el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) y el servicio de emergencias 911 para armar mapas de incidencia con el objeto de identificar las localidades afectadas y fortalecer en ellas la vigilancia. Si los procedimientos anunciados se están cumpliendo y Los Cuadros es un ejemplo de los resultados, hay esperanza para las comunidades subyugadas por el hampa, así como razones para organizarse y colaborar.