La captura en Miami de Ricardo Alem, así como de algunos de sus socios en Estados Unidos y en Costa Rica nos obliga a replantear el tema de la magnitud de la penetración del narcotráfico en nuestro país y de la forma de combatirlo.Cabe, en primer lugar, felicitar al Ministerio de Seguridad Pública, a la Dirección de Control de Drogas y a la Policía Especial de Apoyo (PEA), en conjunto con la Agencia de Lucha Antidrogras (DEA) del Gobierno de los EE.UU., tanto por las acciones desplegadas en estos días como por el sentido profesional con que han actuado en estos meses para culminar en esta serie de aprehensiones.
Ricardo Alem ha sido el centro de atención en materia de narcotráfico y lavado de dinero desde el 27 de junio de 1988, cuando fue capturado y vinculado con el transporte de $760.467 que su socio, Mario Valverde, traía en sus maletas al llegar al aeropuerto Juan Santamaría. Lamentablemente, la policía actuó a la ligera, lo que impidió descubrir todos los filamentos de la banda. El primer juicio contra Alem se inició el 11 de junio de 1990, dos años después de la captura. De ahí en adelante, siguió una danza interminable de incidentes, anulaciones, apelaciones y recursos, en la que son tan rumbosos los procesos en Costa Rica y tan imaginativos y exhibicionistas muchos de nuestros abogados. Estos hechos obligan a una revisión de nuestro sistema procesal penal y de la misma actitud de nuestros jueces.
Así se consumieron siete años en los que Alem siguió tejiendo sus redes dentro y fuera del país, como jefe y como subordinado, engrosando su fortuna y exhibiéndose públicamente, gozando de singulares privilegios y atrayendo nuevos adeptos a su causa. Al fin, fue condenado la semana pasada por lavado de dinero. Su captura en Miami y el decomiso de cocaína en su propia casa ha demostrado que también se dedicaba a la distribución de la droga. Bien se sabe que, dado el primer paso en el camino de la mafia o del narcotráfico, el ser humano pierde su libertad. De ahí en adelante se convierte en esclavo de los carteles de la mafia en todas sus manifestaciones.
La captura de Alem y de su banda pone de manifiesto la honda penetración y extensión de la droga en Costa Rica en sus modalidades de consumo, distribución interna e internacional, y de elaboración, así como del lavado de dinero. Las constantes denuncias, unidas a las complacientes fugas de los principales narcotraficantes, nos reiteran que estamos atrapados y no estamos preparados ni siquiera remotamente para descubrir y seguir los hilos de esta inmensa red, mucho más poderosa que los más poderosos Estados del mundo. Qué hacer? Proseguir la lucha sin tregua ni descanso, mejorar incesantemente nuestros métodos de trabajo, revisar nuestra legislación penal y perfeccionar los procedimientos administrativos de trabajo de la policía(no se economiza en lo esencial) y, sobre todo, forjar un vigoroso sentido de unidad y de trabajo en equipo en el orden político. En esta materia, en la que nos estamos jugando todo, no caben disensiones ni juegos electorales, como desventuradamente se sufren en el campo fiscal. Estamos atrapados y apenas hemos visto la punta del témpano.