El pasado 10 de febrero, el doctor Leonardo Garnier inauguró su último curso lectivo como ministro de Educación Pública (MEP) tras ocupar el cargo durante ocho años y dos administraciones. Este hecho, por sí mismo, no es un logro pequeño tratándose de una cartera estratégica y conflictiva que, al mismo tiempo, es una de las instituciones más grandes y complejas de Centroamérica, integrada por 65.000 docentes y 940.000 estudiantes.
Garnier no solo supo imprimirle un estilo personal y desenfadado a su gestión sino devolverle un espíritu innovador a una administración paralizada por el miedo al cambio, la burocracia y la inercia, en la que los procedimientos se habían superpuesto a la razón de ser de la enseñanza: el alumno y el acto lúdico de aprender.
En el 2011, el Tercer Estado de la Educación reconocía que: “En los últimos cinco años el sistema educativo costarricense experimentó cambios positivos, que lo sacan del estancamiento de las últimas décadas. Aumentó el financiamiento a la educación pública, se ampliaron las coberturas en preescolar y secundaria, así como en el ámbito universitario. En la educación general básica se fortalecieron los programas de equidad y aumentó la retención estudiantil”.
Por supuesto, estos resultados no resuelven “de la noche a la mañana” -en palabras del propio ministro- el rezago histórico que hace que un 80% de la población que habita fuera de la Gran Área Metropolitana (GAM) no haya concluido el bachillerato. Tampoco son independientes de los gobiernos de Óscar Arias Sánchez y Laura Chinchilla que le dieron sustento económico y apoyo político. Son “pasos en la dirección correcta”, como afirman numerosos diagnósticos, que deben continuar y acrecentarse en la próxima administración.
Más allá de las reformas puntuales de estos ocho años, especialmente significativas en las áreas curriculares, de promoción y repitencia, quizá lo más importante es que la educación recuperó un lugar preponderante en la agenda de desarrollo y en el establecimiento de políticas públicas a mediano y largo plazo.
El ministro llegó al cargo en el 2006 decidido a reducir la deserción en secundaria y revirtió esta tendencia hasta el 2011, cuando volvió a crecer. Una de las virtudes de su estilo fue hablar pública y honestamente sobre las dificultades para alcanzar los objetivos planteados. En ese momento admitió que para retener a los estudiantes en las aulas no eran suficientes las becas y otras ayudas económicas sino un mejoramiento integral del sistema educativo, que involucrara materias más atractivas como tecnología, artes y deportes, así como infraestructura, espacios de convivencia y métodos novedosos.
Con el estilo franco y directo que lo caracterizó durante su periodo, Garnier explicó que la reforma de las normas reguladoras de la promoción y la repitencia, aprobadas en el 2008, se originó en la sencilla pregunta de un alumno: “Ministro, si pierdo una materia, ¿por qué tengo que repetirlas todas?”.
Después de un año de análisis, la institución decidió permitir a los estudiantes que llevaran de nuevo la asignación reprobada, pero no obligarlos a realizar todo el curso. Esta modificación, que permitió un cambio en la rígida cultural institucional del MEP, redujo la frustración de los escolares “quedados” y se convirtió en un modelo internacional en contra de la deserción.
En 2012, Garnier salió victorioso y fortalecido de su annus horribilis . A principios de año soportó la presión de la industria alimentaria cuando estimuló la venta de alimentos sanos por medio de un reglamento para el funcionamiento y administración de las sodas en escuelas y colegios. En el mes de julio, la Sala Constitucional recibió más de 2500 recursos de amparo en contra de los nuevos programas de educación para la sexualidad y la afectividad, los cuales fueron rechazados.
“Los nuevos programas de educación sexual conciben la sexualidad como un proceso potenciador del desarrollo de una personalidad sana y autorrealizada y contribuyen a la calidad de la vida de las personas, de la familia y la sociedad”, declaró Garnier, en agosto pasado al ser homenajeado por el XVIII Congreso Nacional de Pediatría.
El proyecto “Ética, estética y ciudadanía”, que hizo posible la introducción de contenidos artísticos, musicales y cívicos, el Festival Estudiantil de las Artes, el Programa Nacional de Convivencia y las innovaciones en la enseñanza de la lógica, las matemáticas y los estudios sociales son otros logros que merecen destacarse. Estos resultados no anulan automáticamente los grandes desafíos que debe enfrentar Costa Rica en el campo educativo, pero alumbran el camino a seguir.